Capítulo 11.

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Conan, un mentiroso patológico con conductas violentas. Giselle, una rubia demasiado confiada que, aunque todos a su alrededor parecían llevar un gran listado de pecados, ella no se daba por enterada o eso es lo que yo creía. Liam, podría ser un perfecto manipulador, maquinador, estratega, él tenía un aire a también ser un óptimo mentiroso y hasta podría atreverme a decir que un ingenioso criminal con un excelente traje.

Vaya compañía la que había en casa.

También estaba Rocío quien a aún no podía darle una mejor definición de lo que podía ser. Escondía tanto, pero a la vez dejaba tantas otras a la vista que simplemente era como aquel cubo de rubik, intrigantemente difícil, pero lo bastantemente fascinante como para entretenerme mientras trataba de descifrarla.

No podía evitar no pensar en algunas palabras de mi madre cada que miraba a Rocío, pues al pasar de los días y mirarla tan fijamente empezaba a lucir como un auténtico ángel, pero un ángel caído lo cual la hacía más interesante y perfecta para mí.

El crujido de una puerta abriéndose me hizo salir del estado de adormilado, lo siguiente que sentí fue el cuerpo fresco de Rocío sobre mi espalda. Sus rizos mojados cayeron y reposaron sobre mi cuello en cuanto ella me dio un beso en la mejilla.

—Buenos días —susurró.

Su aliento cálido y suave beso me hizo sonreír— Muy buenos días.

—¿Quieres salir a hacer algo?

Me giré, procurando no dejarla caer. Apoyé mis manos sobre sus muslos y la miré, su clara alegre y cambiada actitud debía tener una respuesta, Liam ya no estaba en casa.

—¿Se ha ido?

—Hace un par de minutos.

Cuando quise tirar de ella hacia mí noté la marca en su antebrazo. Él realmente la había tomado con fuerza y había lastimado aquella delicada y blanca piel. Aunque Rocío a veces lucía con miedo también lucía como si pudiera hacerle algo malo a quien le faltara el respeto.

—¿Por qué lo dejaste? —pregunté, acariciando con cuidado parte de su antebrazo— ¿Por qué no le dijiste algo más que solo un susurro?

—Liam estaba enojado y lo entiendo, no puedo molestarme con él por querer cuidarme. De nada me hubiese servido gritarle o algo parecido, lo único que iba a lograr era aumentar su ira, es absurdo querer calmar el fuego mientras le lanzas más gasolina.

—Después estuviste muy callada.

—El abrir la boca puede arruinarlo todo.

—Déjame adivinar... otro proverbio. —ella rio, asintiendo— ¿Y qué puedes arruinar si hablas de más?

—No lo dije por algo específico, es solo bueno tenerlo en cuenta.

Le daba la razón, muchas veces pequeñas oraciones delataban grandes secretos y planes.

—¿Por qué Liam estaba tan enojado? ¿De qué te cuida?

—Solo por el negocio. Con Jack manejamos algo y bueno, Liam solo quiere cuidar de que algún acto mío no arruine todo lo que nos hemos esforzado por construir.

Ya que Liam estaba en tema de conversación decidí preguntar— ¿Hace cuánto lo conoces? ¿Él conoció a tu madre?

—Hace mucho. —respondió sin exactitud— A mi madre solo la vio una vez.

—También es lector de proverbios —comenté.

—Él lo hizo por un par de años, pero por obligación.

La DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora