Capítulo 26.

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LEVIN DORNAN.

Año 2001.

Palermo, Italia.

A donde quiera que mirase, veía la crueldad. Viendo peleas en mi crecimiento, supe que también debía pelear y por ello siempre tuve control sobre mí mismo pues entendí que, para poder vencer a los monstros, yo tenía que convertirme en uno.

Todo había pasado muy rápido en esa noche. Pude manejar todo mejor en la cocina cuando me detuve y respiré profundamente. Por instinto tomé el primer cuchillo que vi y salí corriendo por el camino donde había visto al hombre iniciar la persecución. En mi recorrido lo vi.

Enzo estaba muerto.

Apreté el mango del cuchillo y aumenté la velocidad. Él me necesitaba. Debía encontrarlo. Le debía a Enzo mantenerlo con vida.

Mientras corría no podía dejar de pensar qué sería de mí si él ya no estaba. Sentía no tener a nadie más en mi vida. Mierda. Realmente estaba solo.

—¡Levin! —el grito desgarrador de Donato me hizo reaccionar— ¡Ayúdame!

Dando con él no dudé ni un segundo. Fue la primera vez que lo hice. A mis trece años fue la primera vez que asesine a una persona. Lo hice por salvar a mi amigo, lo hice porque un horrible criminal quería llevárselo, lo hice por vengar a Enzo, lo hice porque ese era un monstruo que merecía eliminar. Lo hice porque la violencia en ciertos casos es nuestra única justicia.

El sentimiento fue poderoso, pero lo extraño fue sentir como algo en mí se activaba o quizá como finalmente se liberaba. Ya no importaba ocultarlo, tenia que aceptar mi naturaleza, mi lado depredador.

Bari, Italia.

La madre de Donato no tuvo problema en llevarme con ellos. Ella ya me había hecho como su segundo hijo, pero aun así tuvo que poner al día a mi abuelo de todo lo que había pasado. Nos mudamos a Bari porque tuvimos que salir de Sicilia ya que sentíamos el peligro en cada ciudad de la isla. El abuelo me hizo saber que pronto estaría de visita. Eso hacía aquella tarde, esperaba por él, pero alguien se adelantó.

—¡Levin! —me giré ante aquel llamado y la vi correr hacia mí.

Siempre se trató de su forma de mirarte, de esa forma en la que te decía: "no creo en etiquetar a alguien como bueno o malo, pues alguien no será bueno para todos y un malo podrá ser bueno para sólo una persona, y para mí, tú eres bueno" También se trataba de ese sentimiento, ese donde te sientes la peor escoria, pero ante su bonita mirada te puedes sentir la mejor puta persona de todo un universo.

Venía con la intención de saltar hacia mis brazos así que cuando la vi muy cerca la esquive, haciendo que se fuera directo al piso.

—Levin... —susurró mientras se ponía de pie, limpiándose las rodillas y las manos— ¿No me recuerdas?

Claro que la recordaba, el abuelo en cada oportunidad que podía me enviaba fotos de ella en los sobres con cartas.

—¿Qué haces aquí?

—El abuelo...

—Sé que el abuelo viene a visitarme. Pregunto por ti, ¿por qué viniste?

—Quería verte...

—¿Por qué? Nunca hablamos.

—Pero somos...

—No somos hermanos, Rocío.

—Jack no está cerca.

—¿Y eso qué?

Suspiró— Entiendo.

La DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora