Capítulo 19.

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ROCÍO DORNAN.

Desorientada.

Frío.

Temblores.

Miedo.

Desperté en una habitación que no conocía. Mi cabeza no dejaba de sentirse como en un remolino. Vagas imágenes querían volver, pero no me esforzaba por recordar, sabía muy bien lo que había sucedido porque lo había sentido tan bien que me ahogaba el saber que no podría olvidar esas imágenes. Volvía a sentirme avergonzada, sucia y utilizada.

Me desenvolví de aquella sabana y caminé hasta al armario, no me sorprendió encontrarme solo con prendas masculinas, tenía suerte de que Liam no fuese tan corpulento pues sus vaqueros con ayuda de una correa me quedaron bien. Mientras me acomodaba la bota para no estarla arrastrando vi las marcas en mi muñeca.

Poniendo con fuerza mis muñecas a cada lado de mi rostro.

Él sobre mí, aprisionándome.

Su boca sobre mí cuerpo.

Sus manos paseándose por mí como cuando era solo una pequeña de diez años.

Apreté los ojos con fuerza. Eran borrosos recuerdos, pero no los quería en mi mente, no otra vez. Había tenido pesadillas años atrás, no quería que regresarán.

Miré mi reflejo en el espejo y las lágrimas rodaron. Estúpida figura, estúpida mujer, estúpida ingenua, estúpida miedosa. Así lo sentía, yo me sentía culpable y eso era el peor sentimiento, la victima nunca debería sentir que todo fue su culpa, pero sentía que todo era por ser sencillamente yo. Y es que cuando el abuso a esa pequeña empezó yo solo podía preguntarme ¿por qué yo? ¿Qué hice para merecerlo? Tampoco es que hubiese querido que alguien experimentara lo mismo o tomara mi lugar es solo que ¿por qué me correspondió a mí? ¿Por qué le correspondió a esos niños y niñas de los cuales han abusado constantemente? ¿Qué hicimos para merecerlo? ¿Ser solo pequeñas figuras incapaz de defenderse? ¿nuestro mayor pecado fue sentirnos indefensos y callar por el miedo?

Me puse la camisa más grande que encontré en el armario. Quería cubrir todo de mí, odiaba mi reflejo, odiaba a mi propio ser porque pensaba que si seguramente hubiese cambiado algo no hubiese sentido desprecio de mi cuerpo, de ese cuerpo que ya no sentía solo como mío porque en mi mente estaba el recuerdo de un hombre queriendo apoderarse de mí como si le perteneciera, como si yo fuera solo un pedazo de carne el cual podía destrozar a su antojo.

La manija de la puerta se movió, llamando mi atención. Liam entró a la habitación— Roci... ¿Cómo te sientes? —preguntó, acercándose a mí y no sé por qué, pero retrocedí— Está bien. —susurró tomando un poco de distancia— ¿Quieres algo? ¿Necesitas algo?

—¿Ian? —fue lo primero que pude preguntar.

—Ya te lo llamo —me dijo para después perderse fuera de la habitación.

Ian se adentró, a pasos lentos y algo nervioso mientras me miraba. Necesitaba a mi lugar seguro, a mi compañía, lo necesitaba a él.

Estaba demasiado tensa, pero necesitaba un abrazo, necesitaba que él me abrazara, que me abrazara y con fuerza, tan fuerte que me hiciera volver a asegurar que todo estaría bien, que los dos estaríamos bien, y necesitaba que, así como fuerte también fuera cálido tan cálido que calentara un cuerpo que se sentía entumido.

Fui yo quien recortó la distancia, anhelado que mi necesidad fuera saciada. Necesitaba a mi escape de la realidad. Ian también se encontraba algo tenso, pero me abrazó con cuidado como si yo volviera a ser esa frágil obra que con cualquier cosa podría llegar a quebrarse y lo cierto es que si me sentía a punto de quebrar. Apoyé mi frente contra su pecho y cuando cerré los ojos los recuerdos llegaron a mí.

La DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora