Capítulo 5.

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Llevaba un par de minutos en los que mi mente solo se dedicó a pensar en Rocío. Quería volver a tener tiempo a solas con ella como lo habíamos tenido al salir de su trabajo. Estando solo con ella no tenía que matarme la cabeza por las preguntas de Conan y ella empezaba a comportarse lo bastante bien.

Llegué a creer que quizá yo podría agradarle, no estaba pensando en las cosas que rodeaban mi vida o la suya. Solo pensaba en que quizá si podríamos ser cercanos.

La vi pasar directo a la cocina y me levanté del sofá— Buenos días —la saludé.

Ella se giró para verme— Hola. —me dijo con voz somnolienta al mismo tiempo que estiraba sus brazos tratando de liberar algo de pereza— ¿Quieres algo para el desayuno?

—Estaba pensado en salir y comprar lo primero que se me antojara ya que no soy muy experto en la cocina.

—Voy a preparar algo sencillo para mí así que puedo hacer algo para ti.

—Eso estaría bien para mí.

La vi tomar unos cuantos huevos y echarlos sobre la sartén con mantequilla, los revolvió, agregó sal y después de unos cuantos minutos anexo un poco de queso. En cuanto empezó a servir en dos platos, serví algo de jugo para los dos. Después de que todo estuviese en su lugar, nos sentamos al comedor para disfrutar.

Pasó sus huevos revueltos y después habló— Yo podría enseñarte un poco, si quieres.

Alce mi vista a ella— ¿Qué?

—A cocinar. Ya sabes, cosas básicas, mínimos conocimientos para que puedas hacer más que sólo hervir agua o licuar cosas. Esta noche no tengo que ir a trabajar así que... bueno, si quieres, los dos podrías preparar la cena.

Sonreí— Me encantaría.

No es que me matara la idea de empezar a poner manos a la obra en la cocina, pero si eso significaba pasar tiempo con Rocío, era algo bueno para mí.

Después del desayuno, Conan y yo nos pusimos de acuerdo para no ser unos holgazanes inservibles. Así que le ayudamos a Rocío en las cosas de la casa, también acordamos hacer compras y ayudar con los pagos para no dejarles toda la carga ya que prácticamente nos habían estado dejando vivir gratis con ellas.

En cuanto dejamos a Giselle en su trabajo, condujimos hasta un supermercado. Compramos tanta comida como si fuéramos a necesitar reserva para varios años, Rocío no dejaba de reír viendo lo exagerado que había sido Conan con tanta comida mientras yo le aseguraba que eso era poco para lo que él podría llegar a comer.

Cuando regresamos a casa la vi pasar directo a la cocina y empezar a preparar un pastel de chocolate con whisky, después de dejarlo completamente listo se retiró a su habitación. Estuvo por varios minutos allí y al volver a reunirse con nosotros me aviso que en unas horas empezaríamos a preparar un estofado de carne.

Hasta que Giselle regresará y fuera la hora de la cena, estuve en la sala leyendo. Rocío estaba diagonal a mí, en silencio escuchando música. Conan estaba durmiendo en la habitación.

La puerta principal se abrió de golpe y un ruidosa Giselle la cruzó— ¡Muy buenas noches! —dijo, con una gran sonrisa.

La salude con un movimiento de mentón y Rocío movió su mano de un lado a otro. Giselle meneo la cabeza y subió a la habitación, donde seguramente se encontraría con Conan. Unos minutos después escuché dos golpes en la puerta. Rocío pareció no haberlos escuchado. Me pare delante de ella y llamé su atención cuando los golpes volvieron a escucharse.

Espere a que se quitara los auriculares para poder hablarle.

—¿Qué pasa?

—¿Esperan a alguien?

La DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora