Conan estaba cruzado de brazos, apoyado contra la pared y con el ceño fruncido. Llevaba unos cuantos minutos ahí tratando de sacarme mejor información de lo que había sucedido en aquel evento, le dije una y otra vez que nada que nos sirviera, pero seguramente la sonrisa de idiota con la que llegué a casa me había delatado.
En cuanto Rocío y yo salimos de aquella habitación solo esperé a que ella recibiera el cheque y al instante nos fuimos. No fue mucho lo que hablamos en el camino y ninguno de los dos se atrevió a hablar de lo que había sucedido. Con las ganas de volver a repetir solo nos despedimos y cada uno se fue a su respectiva habitación.
Eran más de las once de la mañana cuando decidí salir de la habitación, ignorando y dejando a Conan a un lado. Entré al cuarto de baño y me cepillé los dientes, escupí la crema y salí. Bajé las escaleras, dejándome guiar por la voz de Rocío quien estaba en la cocina preparando una nueva receta que había visto en internet.
Antes de poder adentrarme a la cocina y saludarla escuche unos muy fuertes golpes en la puerta principal. Quien tocaba sonaba muy desesperado por entrar. Giselle y yo cruzamos miradas, ella decidió abrir. Apenas y abrió un poco Liam terminó de abrirla de golpe y adentrarse a grandes zancadas.
Liam traía los ojos inyectados en rabia, la mandíbula tensa, los puños apretados y una pronunciada vena que dejaba saber lo pesada y caliente que le estaba corriendo la sangre.
—¡Rocío! —gruñó, pasando por la sala y entrando a la cocina.
Me asome, viendo a Rocío palidecer apenas lo vio. Conan bajó las escaleras y se paró a mi lado, observando lo que sucedía.
—Liam. —apenas y pudo pronunciar su nombre— Creí que...
—¿Qué? ¿Que estaba fuera de la ciudad? —preguntó con voz arisca— ¿Crees que sería tan descuidado de dejarte a tu suerte o sin alguien que esté al pendiente de ti?
Liam la agarró con fuerza del antebrazo, apretando y mirándola fijamente, haciéndola sentir muy pequeña ante la repentina furiosa y dominante postura que él empezaba a tomar sobre ella.
—¿Qué fue lo que te dije? ¿Qué te ordené?
Rocío lucia aterrada, aun así, sabía que Conan no iba a intervenir por ella y yo, aunque le hubiese dicho que me gustaba simplemente no me nació el entrometerme en un asunto que no me incumbía.
La empatía nunca había sido mi fuerte.
—¡¿Por qué lo vas a hacer?!
—Liam... —susurró tratando de liberarse.
—Tienes que parar, Rocío. No puedes contra todos.
Ella con sus ojos cristalizados se limpió una lágrima de su mejilla— Una última vez.
Él apretó con fuerza el agarre— ¡Ya te dije que no!
Giselle entró a la cocina, echa una furia e intentado apartar a Liam— ¡Suéltala! —ordenó, pero él no cedió— ¡Liam que la sueltes!
Liam solo se enfocó en Rocío, con su otra mano le tomó el otro brazo— Nos vamos hoy mismo, Rocío. Esto se acabó.
En el forcejeo Rocío dejó de resistirse, apretando los labios y dejando que Giselle y Liam se pelearan por separarla, Roció lucia agotada de todo y todos, no tenía fuerzas para continuar.
Giselle ya llena del cólera le lanzó una patada a Liam— ¡Qué la sueltes! —gritó— ¡Liam para! —rogó— ¡La estás lastimando!
Él finalmente cedió, viendo como su amiga parecía haber quedado en estado de trance. Giselle abrazó a Rocío, acariciándole el cabello mientras la pelirroja se sobaba el antebrazo y veía la marca roja.
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La Dornan
Novela JuvenilCharlie Dornan dio inicio a La Hermandad. La gitana consideró que aquello debía terminar. 1994 fue el año en el que ella nació. Nacida por una maldición, creada sólo para cumplir una profecía, que todo acabe por ella, por la Dornan. Ellos son del 1...