Capítulo 28.

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Mi bonita.

Mi monstruito.

Mi bonito monstruito.

Tus palabras seguramente si hubiesen cambiado muchas cosas, quizá no hubiésemos llegado hasta aquí, pero ahora entiendo que tu otro anhelo y el de tus hermanos es que esta fortaleza finalmente caiga.

Guardé la grabadora en uno de los bolsillos traseros de mi pantalón y salí directo en busca de Conan.

—Escúchame primero —pedí cuando me vio y quiso alejarse.

—Creo que evitándonos es la única manera en la que siento no vamos a mandar esta amistad al carajo —me hizo saber, volviendo a retomar el paso.

—Lo haremos hoy. —finalmente recibí toda su atención— No sé qué quieres remendar, ya no me agradas así que no es necesario cuidar una amistad que ya perdimos. Aun así, necesito un favor. Necesito que juntos nos encarguemos hoy mismo de lo que queda.

—¿Qué tienes pensado?

Sonreí— Repartiremos un delicioso estofado.

—¿Estofado?

Asentí— Todos lo comerán en la cena.

—Supongo que quieres me pase un rato por las cosas que le pertenecían a Mactans, tome alguno de los frascos y después los lleve a la cocina.

—Es exactamente lo que quiero.

—Ya entiendo. ¿Por qué un estofado?

—Quizá ella también hubiese escogido estofado.

—Fue estúpida mi pregunta. Fuiste feliz aquel día que accediste a ser el ayudante de cocina de Rocío.

—Día que no volveré a tener. En fin, Conan, supongo que no es necesario decir que todos deben estar a la mesa, desde el empleado más sencillo.

—Hasta Kira.

—De esa me encargo yo.

—Cómo digas. ¿Yo también debo estar sentado a la mesa?

—Puedes hacer lo que quieras. Después de esto seremos libres, mira tú como vas a manejar eso.

—Y tú, ¿qué harás?

—No lo sé, nunca había pensado en una vida fuera de estos muros. O quizá si lo pensé por un momento, pero a decir verdad me hubiese gustado que una nueva vida para mí fuera al lado de Rocío, gracias por quitarme eso, Conan.

Él me hizo un mal gesto, quizá yo no podía soltar algo tan fácil y por ello cada que me lo cruzaba le recordaba lo infeliz que estaba siendo por su culpa, pero sin tanta actuación. No quise seguir hablando y volví a mi habitación. Estuve allí casi toda la tarde alistando mis maletas y cosas que sintiera necesitaría.

No había mucho que decir ni hacer. Era solo un día más con nombres en la lista por tachar. Tenía que hacer mi trabajo rápido y limpio como siempre.

Los pocos integrantes que quedaban reían con Conan de camino al comedor cuando la noche cayó, el muy amigable joven incluso invitó a las empleadas de servicio que quedaban. No podía negarlo, el potencial que tenía para atraer a todos como un imán directo a una trampa me parecía algo respetable. Los veteranos asesinos no esperarían la muerte directo a la mesa y menos si era Conan quien los invitaba a disfrutar del banquete. Quizá ellos estaban entrenados para ver el peligro y atacar a la distancia, pero no estaban listos para cuando ya lo tuvieran en el sistema.

Toqué dos veces a la puerta antes de pasar— Siga —me dijeron desde adentro.

Entré en silencio y me senté en la silla frente a ella.

La DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora