Capítulo 22.

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VINCENT FARRELL. 

De una u otra manera sabía que había algo muy oscuro en ella y no puedo negar que me dolió el saber qué era lo que había activado ese lado. Veías a esa pelirroja de ojos alucinantes, pero mirada cansada, de hermosa sonrisa con deslumbrantes dientes, pero veías la tristeza cuando trataba de elevar la comisura de sus labios. La veías muy bonita y lo que no veías eran todas las heridas que llevaba consigo, las que había callado y las que prefirió no volver a mencionar.

Pisé el acelerador con fuerza, el aire que entraba por las ventanas cada vez se sentía más pesado. Apreté con fuerza el volante tratando de liberar el mal sentimiento que me había llenado justo cuando Rocío contaba su relato. Miré el camino y frené en seco. Puse mi brazo en el pecho de Rocío para que el impacto no la enviara hacia adelante.

—¿Qué pasa? —me preguntó, algo malgeniada por cómo se había zarandeado ante mí freno.

Miré otra vez al camino. Dos caminos que se dividían, guiando a dos direcciones completamente diferentes.

—Vincent, ¿Qué pasa?

La miré. Joder. Como me gustaba. Como me dolía que le hubiesen hecho daño y claramente, como odiaba ser hijo del hombre que tanto daño le había hecho. Ni siquiera me importó que ella fuera la asesina de mi padre pues bien merecido que se lo tuvo. Pensé en mamá y en que quizá ella era una víctima más. A mamá le hubiese agradado mucho Rocío.

—Vámonos. —dije, mirando el camino de la derecha— Vámonos los dos. Vámonos a otra ciudad, vámonos solos y creemos otra vida. No deseo volver a ese lugar y ni de chiste te quiero llevar ahí.

No era capaz de descifrar su expresión de forma correcta, cambiaba de un raro brillo que preguntaba «¿lo dices en serio o solo mientes?» y un entre cejo fruncido que me dejaba saber su «¿qué pasa contigo y esas formas tan variadas de ser?»

—Ro... —pedí por una respuesta.

—Si me hubieses dicho eso mientras estábamos en California te hubiese dicho que si sin siquiera dudarlo.

—Aún tenemos la oportunidad.

Se acomodó en el asiento, con la vista al frente negó— Llévame con Jack. —dijo, de forma contunde— Ya estamos aquí Vincent, solo termina tu trabajo y ya.

—¿Crees que todo lo que pasó es solo por hacer mi trabajo?

—Sí. —estuve apuntó de replicar, pero ella tomó la delantera y no me dejó continuar— Y si no fuera así, no voy a dejar que la vida de otro se pierda solo por salvar la mía así que llévame ahora mismo con Jack. No es momento de que tu cuerpo ceda ante los sentimientos de Vincent, solo compórtate como Akos y ya.

Sin quererlo, tuve que encender nuevamente el auto y tomar rumbo hacia la izquierda. Rocío se cruzó de brazos a la altura del pecho mientras se deslizaba un poco sobre el asiento. Acomodó su cabeza y fijó su vista en el camino. El camino pavimentado acabó y tuvimos que subir las ventanas, evitando fastidiarnos por el polvo que las llantas levantaban sobre el camino lleno de tierra y piedras, más allá de eso, el alrededor era realmente hermoso, las hojas de los árboles que ya perdían su color se movían antes la suave brisa, el sol pronto empezaría a perderse y esto hacia que en el cielo se creará un contraste de bonitos colores. Era un viaje hermoso ante un destino tan horrible.

—Vas demasiado lento.

—¿Cuál es el afán?

—No lo sé, Vincent. Tal vez quiero asegurarme de que los idiotas que tienen a Jack y están seguros de que él es un asesino no le hagan daño. —hice un mal gesto ante su forma arisca de contestarme— Te contesté así porque hiciste una pregunta estúpida.

La DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora