Capítulo 7.

336 47 1
                                    


La noche había terminado de maravilla. No podía negar lo mucho que me había divertido con Rocío. Cuando dejaba de lado lo antipática o los esfuerzos de querer fastidiarme, era aquella mujer que tanto había llamado mi atención y eso era lo que más me gustaba.

Para la mañana siguiente desayunamos juntos y al rato salimos solos a almorzar. En la tarde cuando regresamos a casa me reuní con Conan en la habitación.

—¿Qué estás haciendo, Vincent? —preguntó, cruzado de brazos.

No sabía a qué se refería. Mire la crema dental en mi mano— ¿Buscar mi cepillo de dientes?

Frunció el ceño— ¿Qué estás haciendo con Rocío?

—¿Volviéndome su amigo para que todo salga bien?

Él inhaló hondo— ¿Seguro qué eso es lo que estás haciendo? Te estoy viendo muy a gusto con ella, Vincent. No quiero problemas más adelante.

—No los habrán —dije caminando hacia mi maleta, intentado ignorarlo.

Conan me agarró del antebrazo para mirarme fijamente mientras hablábamos— ¿Qué te está pasando realmente con ella?

Me zafé con brusquedad— Nada que nos vaya a causar problemas.

—Ni se te ocurra llegar a encariñarte o enamorarte de ella. Va a morir y lo sabes.

La mandíbula se me tensó y trague con fuerza pasando la incomodidad que me produjo el solo pensarlo— No tienes que recordármelo.

—Es lo que va a pasar.

Un repentino dolor me azotó bruscamente el pecho— Soy consciente de eso —dije sentándome en el borde de la cama.

Conan se paró delante de mí y suspiró— Entre todas las personas, Vincent. Entre todas las que hay tenías que fijarte precisamente en ella.

—Ya te dije que no va a ser un problema. ¿Qué importa si me gusta? Al final de esto ella ya no va a estar —dije, tumbándome de espaldas contra la cama.

Con la mirada fija en el techo escuche unos leves golpes en la puerta— Chicos, ¿puedo pasar? —era la voz de Giselle.

Conan cambio su actitud regañona y adoptó una amigable. Abrió la puerta y le sonrió a la rubia— Claro que puedes.

Apoyó la mano sobre el hombro de Conan, acariciándolo— Ya debo salir. Quería pedirle a Vincent que le entregará esto a Rocío. —dijo mostrando el sobre que tenía— Ha entrado a ducharse y tiene la música al tope, no le prestará atención a nadie por unos cuarenta minutos.

—Se lo entregaré en cuanto la escuche salir.

—Gracias. Dile que ya he aportado mi parte para que se la entregue al casero hoy mismo. —asentí. Ella miró a Conan— Ya podemos ir saliendo.

Conan tomó las llaves— Llevaré a Giselle al trabajo. —me hizo saber— Volveré en un rato.

—Bueno.

En cuanto la pareja salió, me acomodé en la cama. La corta conversación con Conan no me había gustado. Nadie tenía que recordármelo. Nadie tenía que arruinarme el trance en el que me había sumergido.

El empezar a caer por alguien con quien no se tenía la menor intención de sentir un mínimo gusto era la mejor parte de todo. Los nuevos sentimientos que iban surgiendo habían hecho todo mucho mejor. No lo había forzado. Fue un sentimiento puro que creció en mí de un momento a otro. Ella me atraía y mucho, pero sabía que aquella atracción iba a ser peligrosa para alguno de los dos.

La DornanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora