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Narrado por Amalia García

Tome mi mochila y rápidamente Salí de la habitación, tenía clases y aunque quería quedarme en la cama, iba a ser mejor que saliera por un rato de esta casa antes de que comenzaran a sospechar que me encontraba mal por él.

Inhale con fuerza y baje rápidamente las escaleras.

- Lía

Cerré mis ojos con fuerza maldiciéndome por unos instantes. Voltee hacia la sala, todos se encontraban desayunando muy tranquilamente.

- ¿no desayunas? – clemencia me hablo preocupada

- Am – tartamudee – estoy llegando tarde a clases

Juan pablo me observo de reojo, pero en ningún momento dejo de comer.

- Déjala mama – comento como si nada – quizás ira a desayunar luego con algún novio – movió sus hombros – quien sabe

Relaje mis facciones frente a su comportamiento infantil, estaba haciendo trizas lentamente mi corazón desde anoche. Trague saliva y suspire.

- De verdad, debo irme – murmure

- Está bien – comento clemencia confundida – que tengas un lindo día, Lía

- Gracias

Salí de ahí y cerrando la puerta me contuve las lágrimas, no quería llorar por esto porque esperaba que recapacitara por todo y que en el fondo me creyera y se diera cuenta que jamás jugaría con él.

El día había pasado lentamente, de materia en materia me tomaba unos segundos para pensar en él. En como haría para que me creyera, como haría para demostrar mi inocencia. Jamás un hombre me había tocado como lo había dejado a él y me rompía el pensar en la lejanía de nuestros cuerpos ahora que lo había probado.

Al finalizar, aun no quería volver, termine por refugiarme en la cafetería de Sam. Sentía que me faltaba algo, no sabía que, quizás eran sus ojos verdes sobre mi o quizás su extraña manera de dejar fluir su locura para enamorarme.

- Tierra llamando a lía

Volví mi vista hacia Sam que me observaba preocupada

- ¿te encuentras bien?

- No – trague saliva nerviosa

- ¿quieres hablarlo? – acomodo mi cabello

La observe a los ojos, quería hablar, pero no quería llorar como toda la noche. Negué y tome mis cosas, quizás era hora de volver ya que se estaba haciendo tarde.

- ¿Por qué te vas? – frunció el ceño confundida

- Debo estudiar – comente apenada

- Bueno – susurro no muy convencida – solo espero que no te haya lastimado

- ¿Quién? – confundida la observe

- Juan pablo – su nombre me dio escalofríos

Suspire bajando mi mirada a mis zapatillas.

- Lía ¿Qué sucedió?

- Cree que lo engañe – confesé con mis ojos rojos – cree que lo use, que lo enamore y

- ¿y? – esperaba que prosiguiera

- Y la que se quedó encadenada a él, fui yo – confesé – pero supongo que se solucionara

¿Que sabrá Neruda? - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora