¿Que sabrá Neruda? - Juan Pablo Villamil

.48. segunda parte

Ambos ingresamos a mi casa, en una de mis manos tenia las margaritas y del otro las notas que aún no había leído. Ni siquiera sabía dónde me encontraba parado en estos malditos momentos. Suspire cuando note que mis padres y bruno se encontraban sentados en la sala.

- Abuelo – bruno se acercaba a él con emoción

- Hola Bruno – sonrió como pudo Luis

Bruno observo detrás de nosotros buscando a alguien, sabía que buscaba a Lía. Frunció el ceño y luego me observo fijamente, trague saliva nervioso.

- Ven bruno – Luis llamaba su atención – debemos hablar

- Yo iré arriba – murmuro

Corrí hacia planta alta, necesita ocultar mi desesperación y no demostrar que me encontraba con miedo, que no sentía esa necesidad de salir corriendo. Cerré la puerta de mi habitación y suspiré cerrando mis ojos, quería encontrarla y no sabía por dónde comenzar.

Volví mi vista a mis manos, me senté en la punta de la cama dejando las margaritas a un lado. ¿Cuál era su idea con ellas? Me intrigaba saberlo. Note las tarjetas, había cinco y suponía que era por la cantidad de margaritas con las que se había quedado.

"No te quiero por quien eres, te quiero por quien soy cuando estoy contigo"

Reí levemente al leer esa primera frase. Cerré mis ojos recordándola siendo como era ella conmigo. 

- ¿Sabes que podrías hacerme siempre? – me abrazo por el cuello, la observe con gran intriga – hacerme tuya

Reí con gran euforia luego de escuchar aquello, era insaciable y eso me encantaba.

- No estaba tan errado cuando me di cuenta que había despertado a la fiera

- Juan pablo – rio golpeando mi hombro, reí levemente. Era hermosa, era tan tierna y era mía – es que debo de admitir que me gusta tu cuerpo sobre el mío

- Me siento afortunado por eso

- Y tus besos – sonrió picara

Me incliné hacia su rostro y jugué con su nariz. Me encantaba que perdiera la cordura que intentaba manejar frente a mí.

- Me encanta dejarte besos por todo tu cuerpo – asegure, me volvía totalmente loco – y si lo que quieres es que te haga mía todos los días, tan solo debes pedirlo y cumpliré tus ordenes

- Te lo ordeno – sonrió aferrándose a mi

Abrí mis ojos nuevamente, ahora me preguntaba porque la había dejado salir de esa casa. Porque había permitido que se fuera sin pelearla un poco más. Si ella estaba bien, ella estaba conmigo y no había ningún peligro cerca.

Tome la siguiente tarjeta, Benedetti se presentaba esta vez.

"Es posible que lo que le voy a decir le parezca una locura. Si es así me lo dice no más. Pero no quiero andar con rodeos; creo que estoy enamorada de usted.

Sonreí con ternura frente a esa frase, era imposible que el teatro no viniera a mi memoria.

- Neruda, Benedetti, Cortázar y ahora Shakespeare – susurro, me detuve unos instantes a observarla – Grandes escritores, ¿Qué es lo que buscas, Juan Pablo? – pregunté con curiosidad

- Busco que te enamores de mi

Confesé con gran seguridad. Mi plan era que ella sea todo para mí y yo para ella.