Narrado por Amalia García
Miraba un punto fijo de la habitación mientras sentía la mano de Manuel en mi vientre. Se sentía horrible, a este punto solo quería terminar con todo. Me moví lentamente y Salí de aquella cama, era hora de desayunar.
Me senté en la mesa con un té y algo de comida. Fruncí el ceño observándola, me comenzaba a dar asco el pan. ¿Por qué tenía que tener nauseas con alimentos tan básicos? Tape mi boca y camine rápidamente hacia el baño, no tenía nada en el estómago, pero aun así esta criatura se dignaba a evitar que comiera.
- ¿lía?
Abrí mis ojos cuando terminé de devolver todo en aquel inodoro. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza y elevando mi mirada a la puerta, Manuel me observaba con gran confusión. Se encontraba vestido ya para ir a la empresa.
- ¿te encuentras bien?
- Si – susurre – solo me cayó mal algo que comí ayer– me hinque del suelo y con una mueca de sonrisa Salí del baño y camine hacia la sala
- ¿no te molesta desayunar sola? – pregunto arreglando su corbata
- No, ve tranquilo
Bien, me quedaría sola para pensar bien que iba a hacer con todo esto. El sonrió y se acercó a mí para besar mis labios. Al separarse su rostro se tornó asqueroso.
- Lávate los dientes, por favor – suplico – tienes aun el sabor de tu vomito
Si tan solo supiera el porqué de ese sabor amargo en mi boca, sus labios me ocasionaban asco a esta altura. Asentí levemente y lo seguí con los ojos hasta perderlo de una buena parte. Suspire observando al cielo, mis ojos comenzaron a aguarse y otra vez los síntomas cambiantes.
Me sentía tan sola en este infierno. No me gustaba lo que estaba haciendo, pero era lo que había decidido y eso me hacía doler el corazón por lo gran estúpida que podía llegar a ser. Por un rato jugué con mi desayuno, no sabía si quería comer, si quería dormir o quizás salir de aquí.
El timbre sonó y confundida fui directamente a la puerta, al abrirla la sensación de amor y de familia volvió a aparecer cuando vi que Sam me sonreía con felicidad. Me acerque a ella con rapidez para abrazarla con fuerza. Sentí mi rostro humedecerse, comencé a llorar.
- Lía ¿Por qué lloras? – Sam se alejaba preocupada de mi
- Nada, solo estoy feliz de que estés aquí – me limpie el rostro
Ella me observo confundida y me obligo a ingresar al departamento tomándome de la mano. Intenté relajarme por unos instantes y suspirando pude sonreír levemente para ella que aún se encontraba preocupada.
- ¿De verdad te encuentras bien? – murmuro
Asentí, pero luego comencé a mover la cabeza, no sabía ni siquiera como me encontraba. Lo extrañaba y quería acabar con todo.
- Solo – susurre – me encuentro agotada
Me acerque a ella para pegar mi frente en su hombro. Sentí que palmeo mi espalda.
- ¿Qué diablos sucede contigo?
- Lo extraño – confesé por primera vez
- ¿a Manuel?
Negué rápidamente y me alejé de ella cabis bajo. La observe con algo de vergüenza intentando que entendiera que hablaba de él. Ella solo suspiro.
- Ven
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¿Que sabrá Neruda? - Juan Pablo Villamil
Fiksi Penggemar¿Que sabrá Neruda lo tanto que me gustas?, ¿qué sabrá? Si tan solo escribe y no sabe que te quiero. No sabe que me encanta verte llorar, que me encanta verte soñar. Neruda simplemente no sabe lo que me encantan tus labios al hablar. ¿Qué sabrá Neru...