.44. I. segunda parte

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Narrado por Amalia García

Miraba un punto fijo de la habitación mientras sentía la mano de Manuel en mi vientre. Se sentía horrible, a este punto solo quería terminar con todo. Me moví lentamente y Salí de aquella cama, era hora de desayunar.

Me senté en la mesa con un té y algo de comida. Fruncí el ceño observándola, me comenzaba a dar asco el pan. ¿Por qué tenía que tener nauseas con alimentos tan básicos? Tape mi boca y camine rápidamente hacia el baño, no tenía nada en el estómago, pero aun así esta criatura se dignaba a evitar que comiera.

- ¿lía?

Abrí mis ojos cuando terminé de devolver todo en aquel inodoro. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza y elevando mi mirada a la puerta, Manuel me observaba con gran confusión. Se encontraba vestido ya para ir a la empresa.

- ¿te encuentras bien?

- Si – susurre – solo me cayó mal algo que comí ayer– me hinque del suelo y con una mueca de sonrisa Salí del baño y camine hacia la sala

- ¿no te molesta desayunar sola? – pregunto arreglando su corbata

- No, ve tranquilo

Bien, me quedaría sola para pensar bien que iba a hacer con todo esto. El sonrió y se acercó a mí para besar mis labios. Al separarse su rostro se tornó asqueroso.

- Lávate los dientes, por favor – suplico – tienes aun el sabor de tu vomito

Si tan solo supiera el porqué de ese sabor amargo en mi boca, sus labios me ocasionaban asco a esta altura. Asentí levemente y lo seguí con los ojos hasta perderlo de una buena parte. Suspire observando al cielo, mis ojos comenzaron a aguarse y otra vez los síntomas cambiantes.

Me sentía tan sola en este infierno. No me gustaba lo que estaba haciendo, pero era lo que había decidido y eso me hacía doler el corazón por lo gran estúpida que podía llegar a ser. Por un rato jugué con mi desayuno, no sabía si quería comer, si quería dormir o quizás salir de aquí.

El timbre sonó y confundida fui directamente a la puerta, al abrirla la sensación de amor y de familia volvió a aparecer cuando vi que Sam me sonreía con felicidad. Me acerque a ella con rapidez para abrazarla con fuerza. Sentí mi rostro humedecerse, comencé a llorar.

- Lía ¿Por qué lloras? – Sam se alejaba preocupada de mi

- Nada, solo estoy feliz de que estés aquí – me limpie el rostro

Ella me observo confundida y me obligo a ingresar al departamento tomándome de la mano. Intenté relajarme por unos instantes y suspirando pude sonreír levemente para ella que aún se encontraba preocupada.

- ¿De verdad te encuentras bien? – murmuro

Asentí, pero luego comencé a mover la cabeza, no sabía ni siquiera como me encontraba. Lo extrañaba y quería acabar con todo.

- Solo – susurre – me encuentro agotada

Me acerque a ella para pegar mi frente en su hombro. Sentí que palmeo mi espalda.

- ¿Qué diablos sucede contigo?

- Lo extraño – confesé por primera vez

- ¿a Manuel?

Negué rápidamente y me alejé de ella cabis bajo. La observe con algo de vergüenza intentando que entendiera que hablaba de él. Ella solo suspiro.

- Ven

¿Que sabrá Neruda? - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora