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Narrado por Juan Pablo Villamil

Cerré la puerta del auto y abrí mis ojos con sorpresa cuando mi madre se acercaba a mí.

- hola hijo – beso mi mejilla

- ma – susurre

- ¿te encuentras bien? – su tono de voz se tornó preocupada

Asentí con una mueca de sonrisa. No me encontraba bien, me encontraba desesperanzado. Hacia una semana que Lía no me dirigía la palabra y cada vez que intentaba hablar con ella, se escapaba como agua entre las manos. Ni siquiera Neruda podía ayudarme ahora.

- ¿Seguro? Te noto así desde hace una semana – acaricio mi mejilla

- Claro que si mama, estoy muy bien – sonreí - ¿Qué necesitas?

- La casa del campo tiene una perdida – comento apenada

- perdida ¿de qué? – fruncí el ceño confundido

- de agua – se rasco la nuca – ayer cuando fuimos a dejar comida con tu padre, lo vimos e íbamos a ir hoy a arreglarlo, pero surgió una urgencia en el trabajo de tu padre así que

- así que quieres que vaya a arreglarlo, ¿no es así? – fruncí el ceño divertido

ella asintió con una tierna sonrisa, reí levemente.

- Está bien – susurre

- te preparare lo que necesitas para arreglarlo y

mi vista se perdió en Lía que se acercaba a la casa caminando perdida en sus pensamientos. Se encontraba tan linda con su vestido floreado y su pelo negro suelto. En su mano llevaba un libro, como de costumbre. Amaba su simpleza de perderse entre ellos.

- Puedes ir con Lía – dijo mama sonriendo

Ella rápidamente elevo su vista a nosotros confundida y yo agradecía a mi madre por esto.

- ¿Qué? – hablo con sorpresa

- ¿Por qué no acompañas a Juan a la casa de campo? Debe arreglar unas cosas así no ira solo y de paso, la conoces

- Am yo – balbuceo nerviosa – debo

- Por favor – suplico mama

Me observo temerosa, pero termino asintiendo con resignación.

- Bien, buscare las cosas y deben irse porque se está acercando una tormenta – observo el cielo, comenzaba a oscurecerse – y no quiero que los agarre en el camino

Ambos asentimos en silencio, mama desapareció y lleve mi mirada a ella. Sus ojos me escanearon una vez más, amaba tenerlos tan cerca, era tener el cielo en la tierra y el mar cerca de mí. Se relamió sus carnosos labios y espere que se acercara a mí para besarme, pero eso simplemente se quedó dentro de mi mente y se ahogó quizás con mis deseos de tenerla amarrada a mí.

- Creo que subiré al auto – susurro, yo solo asentí

La seguí con la mirada y cuando la perdí dentro del auto volví mi vista a la puerta esperando a mi madre. Al fin no se escaparía de mi, pero esto podía salir muy bien o terminar por empeorar todo si daba un paso en falso.

Minutos después mama traía todo lo necesario para que arreglara aquella perdida, lo guarde en el baúl y al cerrarlo me relaje antes de ingresar al auto. Esto iba a ser tan extraño como bueno a mi parecer, estar un rato a solas con ella era lo que ansiaba.

¿Que sabrá Neruda? - Juan Pablo VillamilDonde viven las historias. Descúbrelo ahora