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El cuerpo de Eros había crecido enormemente, estaba casi irreconocible

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El cuerpo de Eros había crecido enormemente, estaba casi irreconocible. Era totalmente fascinante como los seres vivos podían crecer a tanta velocidad.

Acaricié su hocico, mientras que él se colocaba en mi regazo.

- Sei un bambino molto bello- susurré bajamente en su oído- ti amo.

Escuché los pasos de Alec, acercándose a mi habitación. Gruñí en voz baja, molesta.

- Vendicarsi e serbare rancore contro di lui- cité mi lema de vida, que había aprendido a las malas.

El niño toco la puerta y rodando los ojos, le concedí el paso. Entró e inmediatamente la cerró. Miró al león, totalmente maravillado, pero este lo ignoró. Sonreí, orgullosa de él.

- ¿A que viniste?- pregunté con la mirada fija en él.

- Yo... fui un total...- pero no pudo seguir, ya que fue interrumpido.

- Sin introducción- alcé mi mano, furiosa con el.

- Bien- respondió, mientras su mirada cambiaba a una más segura, cosa que no me agradó- Lamento haberte besado y luego irme. Lamento haberte ignorado. Lamento haberte hecho una escena de celos. Lamento ser lo suficiente estupido por no haber aprovechado mi oportunidad para ser algo más que amigos.

Rodé los ojos y lo ignoré, cosa que le molestaba más que si le diera un discurso.

- ¿No me vas a contestar?

- ¿Es mi obligación?

Alec tocó su puente de la nariz, señal que se estaba conteniendo.

- ¿Y tu novio?- preguntó el, sentado a mi lado.

- Esta en su habitación ¿Porq...?- Ni siquiera pude terminar de preguntar, cuando ya tenía los labios de Alec sobre los míos.

Me separé totalmente furiosa. Alcé mi mano y le pegué una sonora cachetada, que hizo que volteara la cara.

Veronica VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora