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Luego de que pasaran unos treinta minutos, Alex Vulturi entró sin musitar una palabra y se sentó en el suelo, del lado de Eros, acariciando su cabeza.

Alce mi ceja izquierda, conteniéndome para no burlarme de él.

– Deja de mirarme así, Verónica.

– Ni siquiera te estoy mirando, no eres digno de mi atención.

Al escuchar mis palabras, el pelinegro suspiro con pesar.

– No hay cosa que más me moleste, es que no midas tus palabras.

– ¿Acaso mediste tus comentarios y tus celos por Emmett?

Alec mordió sus labios, tratando de ignorar la vergüenza que seguramente estaba sintiendo.

– No importa. Dejemos el tema y las peleas de lado– me rendí ya aburrida.

– Me parece bien, Verónica.

Veronica VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora