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Leía un nuevo libro de "Derechos humanos"

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Leía un nuevo libro de "Derechos humanos". Me sorprendía como las leyes y distintas clases de derechos iban avanzando más y más, perfeccionándose. Eso me agradaba, siempre me gustó la abogacía. Sin embargo, siendo vampira y por sobre esto Vulturi, no podría trabajar de eso. No obstante, esto no impedía que leyera libros. Además, tenía una gran biblioteca. A Aro le encantaban las leyes.

Escuché como tocaban la puerta dos veces. No hacía falta oler para saber que era Alec. 

– Adelante, Alexander.

– Ese no es mi nombre.

– ¿Me ves con cara de que me importe?– le hable irritada.

Alec me miró y podía ver el arrepentimiento en sus ojos.

– Lo siento– dijo Alec sin apartar su mirada de mis ojos– simplemente fue una estupidez no darme cuenta de que te estaban besando a la fuerza. Créeme que de haberme percatado de ese detalle, Emmett Cullen no estaría vivo– tocó su nuca, un gesto que siempre hacía cuando se sentía incómodo– no sabes lo mal que me siento y eso empeoró cuando me ignoraste. Pero estás en todo tu derecho, Verónica.

Alec dió un paso adelante, fijándose en mi reacción. Me quedé inmóvil, sin reaccionar. Asi que siguió avanzando hasta estar frente mío y se inclinó. Acarició con cuidado mi mejilla, mirándome fijamente. Se acercó más a mi cara, quedando a centímetros.

– Perdón– repitió, esta vez expulsando aire dulce de su boca.

Lo miré fijamente, para luego realizar una media sonrisa, que hizo que Alec sonriera también.

– No me gusta que estes así– Alec tocó mi cabello.

– ¿Y... Como estoy?

– Triste, hace días que no sales a correr. Solías hacerlo todos los días.

– Estaba entretenida leyendo libros.

– Lo sé.

Alec me miró fijamente, como pidiéndome permiso. Para luego agarrar mi mano y tirar de ella para levantarme.

– ¿Me perdonas?

Lo miré con indiferencia, aparentando no haberlo hecho. Aunque en realidad ya lo había perdonado.

– Por favor– rodeó con sus brazos mi cuerpo, que parecía diminuto a causa de su altura.

– No– le conteste seria.

Alec alzó mi rostro y acercó sus labios a mi frente, para depositar un beso.

–Si, te perdono– le sonreí.

Alec acercó lentamente su rostro al mío para dejar un beso en mi nariz, demasiado tierno, que hizo que sonriera más y le tocara su suave cabello azabache.

Veronica VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora