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Acostada cerrando los ojos con Alec, recordé mi pasado y como llegué hasta aquí

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Acostada cerrando los ojos con Alec, recordé mi pasado y como llegué hasta aquí.

Estaba siendo golpeada por mi padre. Me encontraba en el piso, llorando del dolor por sus golpes.
Aún en el piso, el seguía pateándome.

Cuando tocaron la puerta, mi padre dejó de golpearme y fue a abrir.
Me quede ahí, tirada en el suelo, sin poder moverme por el dolor, sangre caía por mi cara y mis manos, moretones ya se estaban formando en mis brazos y sentía punzadas en mi espalda.

Escuché como cerraban la puerta principal, empecé a rezar en silencio, rogando porque se haya marchado y esta tortura haya terminado.
No escuche sus pasos e intuí que se había marchado, quien sabe dónde.

Active otros de mis recuerdos de humana, concentrándome.

Recuerdo esa vez, cuando agarré mis valijas y me marché de la casa de mi padre. Este ni siquiera me buscó, pero no fue una gran sorpresa, pues sabía que él no me quería.

Estaba en la calle, pidiendo ayuda. Una mujer se acerco a mí, mirándome de arriba a abajo.
– Eres muy bonita– dijo la mujer– yo podría ofrecerte comida, techo y trabajo, e incluso serías tu propia ama.

Sonreí ampliamente y acepté. Al final, lo que me había ofrecido esa señora era que trabajará en un burdel.

Estuve ahí durante varios meses, sirviendo las mesas, limpiando, atendiendo a las mujeres y siendo testigo de lo depravado que eran algunos hombres. Yo pensaba que mi padre era el peor hombre del mundo, pero en ese lugar me encontré con gente peor.

Nunca pensé que un día agradecería la cicatriz en todo el lado derecho de mi cara, hecha por un trozo de vidrio, me protegería de ellos. Perdí la inocencia de mis ojos y todas las ganas de enamorarme algún día.

Abrí mis ojos, encontrándome a Alec mirándome fijamente.

– ¿En quien pensabas? ¿En el Cullen, no?– dijo Alec con un tono molesto.

Cuando Alec nombró a Emmett, caí en cuenta que no lo extrañaba.

– En mi vida humana– dije mirándolo confundida por su tono de voz.

Alec se relajó y me miró con pena, pues él sabía mi historia y los distintos traumas que había sufrido.

– No deberías pensar en eso– Alec tocó mi cabello suavemente.

– Lo se– sonreí, me agradaba que me tocaran el cabello– mis recuerdos vinieron de repente.

Alec no dejó de acariciar mi pelo, parecía agradarle.

Veronica VulturiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora