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Un año antes...

Jessica se despertó feliz, como cada día. Lo primero que hizo fue coger su teléfono móvil y mandar un mensaje de “buenos días” a su novio, Rick. Este le respondió con mensaje seco y cortante pero ella no perdió su hermosa sonrisa: sabía que el chico estaba sometido a mucho estrés en el trabajo y le comprendía. Le quería muchísimo y estaba dispuesta a soportar sus berrinches y sus repentinos cambios de humor.

Se preparó con tranquilidad para ir al instituto: tomó su café mañanero con extra de azúcar, saludó a sus padres con alegría, se vistió con un lindo vestido de flores y salió de casa con su pesada mochila de erizos. A Jessica le encantaban los erizos. Llegó al instituto con varios minutos de antelación, como siempre. Se levantaba muy temprano pero valía la pena si podía ir dando un paseo por la ciudad, a sus ojos, muy hermosa. Saludó a todos sus compañeros, a los profesores con los que se cruzaba por el pasillo, a las señoras de la limpieza que nunca le respondían, e incluso a los pájaros que cantaban en los árboles del patio.

Jessica Thunder era pura alegría, bondad y ternura. Les contagiaba esa felicidad tan característica de ella a sus amigos, esa sonrisa tan dulce y sincera a cualquiera que pasara por la calle, y esas ganas de vivir no podían pasarse por alto. Ella brillaba como el sol, y alumbraba todo a su paso, iluminaba hasta la más oscura habitación.

Pero un día, se apagó.

Jessica cambió, como hace todo el mundo. Empezó a faltar a clase, a contestar mal, a descargar su ira con cualquiera que pasara en esos momentos en los que la mandaban al pasillo castigada. Esos colores que tanto lucían en ella se empezaron a desvanecer, las sonrisas se esfumaron, las ganas de vivir se convirtieron en un banal recuerdo. Ya no quedaba nada de la Jessica que todos habían conocido, solo una oscura y sombría sombra.

Sustituyó sus alegres vestidos por una sudadera gris grande y vieja, cuya capucha siempre cubría su cabeza, haciéndola invisible a ojos de los demás. Sus tranquilos paseos se transformaron en recorridos con el skate que nunca tenían un rumbo fijo o derivaban en caídas con heridas profundas que se negaba a tratar. Su buen humor, sus sonrisas y el brillo de sus ojos, se convirtieron en ira, asco y seriedad.

Ahora solo queda una pregunta en el aire: ¿dónde está la verdadera Jessica?

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Doy por empezada mi segunda historia corta. ¡Espero que os guste!

Abrazo de oso, Vero~~

La chica de la capucha gris ©✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora