Abre los ojos.

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No sé en qué momento me dormí, solo sé que me despertó el fuerte sonido del granizo contra la ventana.
Miré por ella y era igual que aquel día que desperté con Helena...
Todo seguía yendo jodidamente mal, no había una sola mejoría. Estaba igual, estable pero sin salir de peligro.

No hacía nada, no salía de mi cuarto en la mayor parte del tiempo, no tenía fuerzas, comía mal, no dormía y me pasaba el día releyendo los libros que me regaló, regocijándome en el dolor de haberla perdido.
Nunca me hubiera imaginado a mí misma de esta manera, no sé cómo había llegado a este punto.
Yo, que había pasado por todo en la vida, dolida y reventada por el accidente de mi pareja sexual...  ¿cómo había cambiado todo tanto? Hace unos meses no me preocupaba por otra cosa que no fuera yo misma y ahora estaba rogando que la única persona a la que se verdad he querido no muriera en esa puta camilla de hospital.

Me levanté de la cama cuando escuché a Castillo.
C- Zule, nos han dicho que podemos ir a verla... tenemos dos horas... -me dijo a través de la puerta.
Yo- Vamos. Vamos ya.
C- Vale, pero solo puede entrar una persona a la vez...
M- Yo me quedo aquí, ir vosotros, sois los que lo estáis pasando peor... -le dediqué una sonrisa sincera y me puse la peluca y las gafas y nos fuimos.

Llegamos al hospital y subimos rápidamente. Entré yo primero, ella estaba entubada. Conectada a un respirador y alimentada por una sonda.
Parecía tan frágil como porcelana, necesitaba arrancarme del pecho ese dolor, negociaría con la misma muerte para no verla así... Me dolía, me dolía más que nada.
Daría lo que fuera por recuperar el tiempo, por cambiar los hechos... por haberle dicho que la quería.
Ahora entendía todo lo que me decía Saray, que viviera el momento con ella y no le preocupara por el futuro...
Yo- Helena... ¡tienes que despertarte joder! No le puedes hacer esto. ¡No me puedes dejar así! -mis ojos comenzaron a inundarse en lágrimas.- No puedes dejarme sola ahora, tenemos que irnos de Europa y comenzar una nueva vida... Me dijiste que no le ibas a dejar... pues cúmplelo. No nos dejes... -miré al techo de la habitación tratando de evitar que se me salieran más lágrimas.- Todos queremos que vuelvas... mírate, la mejor del cuerpo policial... ¡tienes que vivir! -agarré su mano y me senté en la silla que había al lado de su camilla.- Joder... -dije sin poder contener las lágrimas un segundo más- Helena, no sé si me estás escuchando o si estoy haciendo la gilipollas. Pero lo siento, por meterte en esta mierda, por mi puta desconfianza y por no haberte dicho que te quería... porque si te vas, no me lo voy a perdonar nunca... -estuve unos minutos mirándola sin soltar su mano.

Iba a marcharme cuando noté como esta hacía una suave presión en mi mano. Helena seguía con los ojos cerrados, pero em había apretado la mano. Tenía que significar algo. Justo en ese momento entró el doctor a decirme que debía salir.
Yo- Doctor, me ha apretado la mano... eso tiene que significar algo. ¿Se va a despertar?
Doc- Lo más probable es que haya sido un efecto reflexivo...
Yo- ¿entonces no me está escuchando?
Doc- No hay ningún estudio cien por cien seguro, se supone que sí, debería de escucharla. Pero eso solo lo sabe ella...
Yo- Joder... gracias. -salí de la habitación para que entrara Castillo y me senté en al sala de espera.
Tras un rato Castillo volvió.
C- He hablado con el doctor, es poco común que esta especie de coma se extienda más de un mes. Si sobrepasa el mes disminuyen las probabilidades de que despierte, y si pasa un año las probabilidades de que despierte se vuelven mínimas.
Yo- Joder... ¡joder!
C- Solo lleva una semana y media...
Yo- ¡¿solo?!
C- Normalmente se extiende más, solo nos queda rezar... nos dejarán volver pasado mañana. Ahora tenemos que ir a casa.
Yo- Vale. -dije desganada, subimos al coche y Castillo condujo de vuelta.

Estuvimos casi otra semana yendo a verla día sí y día no. Estaba comenzando a desesperarme, no podíamos quedarnos en Londres ora siempre, pero no podíamos irnos sin Helena, gracias a ella estábamos fuera.

ARDER EN TU FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora