Lluvia y lágrimas.

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Me desperté desganada como ya era costumbre, esa tarde tenía terapia a si que me preparé una tostada y salí a dar un paseo.
Volví a casa a la hora de comer y después salí directa al psicólogo, estaba hundida, pero de no haber ido a terapia estaría muerta. Tampoco me hacía mucha ilusión vivir así, estaba agotada.

Tras la terapia decidí ir a cenar fuera, fuí a un restaurante japonés, cené sola, no podía parar de pensar en lo bonito que hubiera sido estar ahí con ella. Me estaba regocijando en el dolor y eso era exactamente lo que lo debía de hacer. Salí de ahí y subí a mi coche, fue una de las primeras cosas que me compré al venir aquí.
Puse la radio y comenzó a sonar "When I look at you" de Miley Cyrus. Parecía que los astros se habían alineado en mi contra. Subí el volumen y comencé a cantar mientras lloraba, para colmo comenzó a llover.
Ahí estaba yo, dentro del coche, llorando mientras escuchaba esa canción que me removía por dentro con la lluvia golpeando mi parabrisas. Sin duda una escena de película, pero a mí no me esperaba el amor de mi vida al llegar a casa.

Aparqué y me bajé del coche, dejando que la lluvia me empapara por completo. La realidad es que me daba igual, cerré el coche y entré a casa.
La canción se había terminado, pero resonaba en mi cabeza. Me acosté al lado de la cristalera del salón y contemplé la iluminada ciudad aún con lágrimas en los ojos. No podía vivir de recuerdos y deseos incumplidos.
Esto es lo que siempre quise, un piso alto y grande en el centro de Nueva York, con vistas a la ciudad y una gran cristalera en el salón. Renunciaría a toda esta mierda con tal de volver a tenerla a mi lado...
Ella lo dijo una vez, que jodido es el amor. La gente no se da cuenta pero es una enfermedad mortal... y a mí, a mí me estaba matando, consumiendo cada gota de mi ser.

Traté de dormir pero en realidad lo único que hice es dar vueltas en la cama toda la noche.
A la mañana siguiente decidí ir a desayunar al bar de Pedro, él estaba ahí, con una sonrisa como cuando lo conocí.
P- Buenos días. ¿A qué se debe el placer de verte pro aquí?
Yo- Me apetecía desayunar fuera. ¿Me pones un café? -le dije con una sonrisa.
P- Lo que pida la bella señorita. -me dedicó una sonrisa y se fue a por el café.- Aquí tienes, ¿me puedo sentar? Es mi hora de descanso.
Yo- Claro. ¿Qué tal estás?
P- Bien, me alegro mucho de verte. ¿Cómo estás tú?
Yo- Bien, como siempre... no hay mucha novedad. ¿Cómo te va con la música?
P- He decidido aprender a tocar la guitarra.
Yo- Suena bien.
P- Sí, cuando sepa te muestro.
Yo- Te tomo la palabra.
P- ¿Te apetece ir a cenar?
Yo- Claro.
P- Terminó el turno a las ocho, aquí cerca hay un restaurante muy bonito.
Yo- Vale. -estuvimos hablando un rato hasta que terminó su descanso.
P- Me voy, al café invita la casa. -se levantó y dejó un beso en mi mejilla, yo recogí mis cosas y dejé dos dólares en la mesa por el café, aunque me hubiera invitado no quería irme sin pagar.

Pasé el día haciendo nada por casa, la noche llegó casi sin que me diera cuenta. Pedro me llevó a un restaurante inspirado en los años 50, era una preciosidad.
Estuvimos toda la cena charlando y contando anécdotas.
P- ¿Te llevo a casa?  -lo pensé por un segundo, me había recogido y no me apetecía volviera andando.
Yo- Pues me harías un favor... -pagamos la cuenta y nos subimos a su coche, estaba a unos minutos en coche de mi casa, pero andando a esa hora sería un coñazo.
Iba a bajarme del coche cuando cogió mi brazo, me acercó a él y me besó.
P- Me lo he pasado muy bien.
Yo- Y yo. -me bajé y entré a casa. No sabía como sentirme al respecto, era muy bien chico, me caía bien, me hacía reír. Pero no sentí nada... todo era muy reciente y estaba yendo muy rápido.

Zulema's POV:

Me desperté dentro del helicóptero de David, uno de los pilotos que había contratado, sabían quién era yo y como actuaré, eran de plena confianza y les di orden de que si nos pasaba algo a alguna nos llevaran a un hospital privado donde no nos identificaran como fugitivas. Vi que tenía un torniquete donde me había dado la bala y me dolía todo el cuerpo, estaba atada a una camilla, para no caerme supongo.
Yo- David... -dije con un hilo de voz.
D- ¡Zulema aguanta, ya vamos a llegar al hospital! -es lo último que escuché antes de desmayarme.

ARDER EN TU FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora