Una nueva vida.

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Miraba por la ventana hacia la estatua de la libertad, había conseguido un piso con unas vistas espectaculares. Me sobresalté cuando Fabio besó mi cuello y rodeó mi cintura con sus manos.
Yo- Buenos días...
F- Buenos días cariño, ¿cómo estás?
Yo- Bien. -me giró para darme un beso. Le dediqué una sonrisa y fuimos a desayunar.
F- Voy a trabajar, nos vemos después.
Yo- Vale. Volvió a besarme y se fue. -yo no trabajaba, no lo necesitaba. Pero para que Fabio no preguntara le decía que trabajaba telematicamente.

Salió de casa, y yo decidí llamar a Castillo.
C- ¿Helena? ¿cómo estás?
Yo- Bien... ¿y vosotros? ¿Las chicas siguen ahí?
C- Bien... sí.
Yo- Que bien... estoy con alguien...
C- ¿Me estás jodiendo?
Yo- No... Castillo joder, algo tengo que hacer para sacarme a esa puta mora de la cabeza, Fabio me trata bien... le quiero...
C- ¿Con Fabio? Pero...
Yo- Sé lo que me vas a decir. No he olvidado a Zahir. ¿Cómo cojones la voy a olvidar? Pero la vida tiene que seguir joder, no puedo quedarme quieta viendo como crece la muerte dentro de ella y se deja morir. Fabio me hace feliz...
C- ¿Estás segura?
Yo- Sí...
C- yo quiero lo que a ti te haga feliz... pero ambos sabemos que eso no es...
Yo- Lo es, tengo una casa con una vida normal, feliz...
C- Bueno, hagas lo que hagas te apoyo. Pero sabes que debo darte mi punto de vista.
Yo- Lo sé, gracias. Cuídense.
C- Chao, cuídate tú también. -colgó el teléfono y me apoyé en el ventanal del salón.

Mi cabeza daba vueltas y vueltas. Esta casa, esas vistas y ese sol alzándose alto en el cielo eran lo que siempre había soñado. Y ahora que lo tenía solo podía pensar en que no era con Fabio con quién quería compartirlo.
Me terminé el café y recogí la casa. Decidí salir y estuve todo el día paseando por esas calles abarrotadas. Me acordé mucho de aquellos días en Canadá, cuando la vida era otra.
Cuando fuimos a ver las auroras, sentí que tenía el mundo en mis manos... Que junto a ella podría ser feliz donde fuera.

Llegué a casa de noche, Fabio ya había llegado.
Yo- Hola.
F- Hola. ¿Dónde has estado?
Yo- He terminado y he salido a dar una vuelta, me apetecía desconectar.
F- ¿Lo has pasado bien? -asentí.
Yo- ¿qué tal el día en el trabajo?
F- te he echado de menos. -dijo sentándome sobre sus piernas de frente a él.
Yo- Y yo... -comenzó a besar mi cuello con sutileza, para subir a mi boca, con sus manos masajeo mis pechos mientras me besaba.
Su erección no tardó en hacerse visible. Retiré su pantalón y él el mío, enrollé mis piernas en su cintura y se levantó apoyando mi espalda contra la pared mientras comenzaba a embestirme.
Comencé a gemir en su oigo y el también jadeaba en el mío.
Aumentó considerablemente la velocidad haciendo que mis gemidos incrementaran. Calló mis jadeos con su boca, comencé a notar calor por toda mi zona sabiendo que estaba a punto de llegar el éxtasis, volvió a incrementar la velocidad haciendo que nos corriéramos juntos.
Me dejó en la cama y se acostó a mi lado. Besó mi hombro y se acostó para dormir.

Yo no conseguía pegar ojo, por lo que me levanté para darme una ducha. Dejé que me vistieran las suaves gotas que recorrían mi cuerpo.
Me coloqué una camisa ancha y fuí a hacerme un té.
Me lo tomé lentamente y volví a la cama, esta vez consiguiendo dormir un poco.

Me desperté temprano, estaba durmiendo fatal últimamente. Me dirigí al salón y comencé a leer un libro.
F- Buenos días.
Yo- ¿Y esa cara de malas aguas?
F- Me ha llamado Palacios, creen que saben dónde pueden estar Zulema Zahir y Macarena Ferreiro.
Yo- ¿En serio?
F- Sí, se cree que Zulema ha visitado en crias ocasiones al doctor López. En Canadá.
Yo- ¿Canadá? -dije haciéndome la loca, aunque interiormente estuviera maldiciendo.
F- Sí.
Yo- ¿Y como lo han descubierto?
F- Por pura mala suerte, el doctor es español. Un antiguo compañero de Palacios.
Yo- ¿Y cuándo irán a revisar?
F- Esta misma tarde llegarán tres patrullas que se desplegarán por todo el país. Yo iré con una de ellas a petición de Palacios. ¿Te vienes?
Yo- No, la policía ya no es para mí. -le di un tierno beso al que correspondió.- seguro que las encontráis. -él asintió, volvió a besarme y se fue. No tarde y medio segundo en llamar a Castillo.
Yo- Que las chicas salgan de ahí cagando leches pero ya.
C- ¿Qué?
Yo- Hay tres patrullas en camino, el doctor que había atendido a Zulema era un puto amigo de Palacios. Limpia las huellas de la casa y del coche, tira las sabanas la ropa o qué se la lleven, cualquier rastro de ADN os va a joder... que se lleven el otro coche. Que vayan a la frontera de Canadá con Minnesota y que ahí conduzcan atravesando todos ellos Estados Unidos hasta México.
C- Vale se los diré enseguida. Tranquilízate que todo saldrá bien. Le daré un móvil viejo a Macarena, de esos que no se pueden rastrear para que esté en contacto contigo y conmigo.
Yo- Vale... Castillo, avísame cuando estén a salvo.
C- Claro. -colgué el teléfono. No sé qué les dijo Castillo a las chicas, ni qué cojones iba a pasar.
No recibí llamadas en todo el día, estuve de aquí para allá mordisqueándome las uñas por la ansiedad que tenía.
No podían pillarlas ni de coña, todo esto era una verdadera mierda gigantesca.
Fabio no iba a llegar a dormir, me senté en la cama y traté de dormir, pero no funcionó.

ARDER EN TU FUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora