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No suelo poner notas al inicio porque me gusta que disfruten los capítulos sin interrupciones (aunque pueden saltarse esto, obviamente). Solo es para decirles que este es un maratón por el tiempo que no he actualizado, tengo clases y todo es muy pesado, pero me tomé la libertad para hacerles esto, y quiero que sepan que me encantó escribir esta historia <3

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Narrrador.

Noche, 30 minutos para la 1am. Seguramente no habría nadie en la disquera a esas horas, y la verdad está de más decir que su mente estaba nublada, tanto así que olvidó que era mala idea dejar a un niño solo en casa, aun si este se encontraba dormido.

Los galones de gasolina en la parte tracera del auto lo hacen desear dejar de respirar, no quiere hacerlo, pero aún así los levanta para entrar a la disquera y se va despidiendo de todo lo que ha logrado, pero que está dispuesto a perder si es que así recupera a su amado.

Un chico de ojos achinados se encuentra en el piso número 10 sentado en su habitual silla, con un café expreso al lado y muchas pistas de sonido que verificar. Algunas horas atrás había tenido una muy interesante charla con su amada amiga y jefa, algo ciertamente difícil de asimilar, pero después de meditarlo un rato, comprendió todo, no la juzgo ni nada por el estilo, solo la abrazo y la llevo a su casa, después condujo a la disquera, como era su costumbre pasaba las noches en su trabajo, ya que no tenía nada más importante que hacer, salvo que su novio lo llamara, pero seguro estaría dormido. Y estando en un piso tan alto, nunca se hubiera dado cuenta sobre aquel rizado que entraba a la disquera con galones de gasolina.

-Tara-ra-ra-ta -tarareba el chico dando vueltas en su silla- Necesito más café -dijo caudno levanto su taza y dio el último sorbo- Sé que Alan, me dijo que no tomará tanto café, pero solo una taza más, la necesito -se levantó con la taza en mano y camino a la cafetera. Miraba como se iba llenando, y un bostezo salió de su boca, tenía mucho trabajo que hacer.

Cuando se lleno dio un largo sorbo degustando el sabor amargo, se sentó de nuevo en su silla y miró a la ventana. La vista era hermosa, no iba a negarlo. Estaba por darse la vuelta para seguir con su trabajo, pero las luces de la calle alumbraban un auto muy familiar que llamó su atención. Pensó que sólo era el cansancio, pero al mirarlo bien reconoció ese adorno que suele colgar en la parte delantera del auto de su mejor amigo. ¿Qué podría hacer Emilio a esas horas en la disquera?.

[....]

Joaquín, estiraba su pierna intentando alcanzar el trozo de vidrio, era difícil con el tamaño de su vientre, pero no podría rendirse, era su oportunidad. Hace unas horas que Natalie se fue y no ha regresado, pero antes de eso ató sus manos para segurarse que no escapara.

Acercó el trozo de vidrio lo más que pudo hasta logar tomarlo en sus manos. Cerró los ojos y suspiro, sabía lo que venía después, pero no tenía nada con que cubrir sus manos, así que no tenía opción. Comenzó a mover el vidrio entre sus manos para cortar aquella soga en sus muñecas.

El vidrio cortaba algunas veces cuando lo movía y lágrimas salían de sus ojos. Aún así no paro. Podía sentir como la sangre salía de las eridas recién hechas en sus manos. La soga terminó por trozarse después de un rato, ni siquiera quería mirar sus manos, sabía que estarían mal.

Se levantó rápido y camino con cuidado a la puerta, sabía que no había nadie, pero debía ser precavido. Justo logró abrirla y vio que se trataba de un rancho, no recordaba que hubiera ranchos cerca, a menos que fuera ese que se veía a lo lejos cuando manejaba por la carretera vieja. Sí, quizás ese era. Camino en dirección a donde recordaba la carretera. Todo era hierba y algunos que otros árboles, estaba escuro y no podrían verlo tan fácilmente. Era su oportunidad.

Trataba de caminar lo más rápido posible pues no podía correr, le era difícil. Su vientre estaba grande y estorbozo.

[....]

Pensó que tal vez el auto se había quedado sin gasolina o algo así, y Emilio decidió dejarlo, pero no recordaba haberlo visto cuando llegó. Frunció el ceño y sacó su celular, buco el número de Emilio entre sus contactos y marcó, marcó varias veces hasta que por fin después de tres intentos alguek contestó.

-¿Hola?, Emilio, perdón, sé que es tarde, pero vi tu auto y... -se detuvo cuando escucho un sollozo- ¿Emilio? -preguntó.

-No. -escucho como alguien sorbia su nariz- Soy Ian, papá no está.

Oh. Quizás Emilio si estaba en el edificio.

-Ian, soy Diego, ¿hay alguien contigo?, ¿por qué lloras?.

-Papá Emilio, no esta en casa, y no hay nadie más aquí -soltó un sollozo después de decir la última palabra.

-Tranquilo, voy para allá. No cuelgues.

-Esta bien -dijo apretando el celular con sus manitas.

Diego tomó las llaves del estudio y salió caminando al ascensor sin dejar de hablar con Ian.

Mientras Emilio, bebía una botella de ron esparcia la gasolina por el suelo del primer piso, sacó su encendedor y miró la llama moverse suavemente de un lado a otro y cerró los ojos con rabia antes de apagarlo.

No podía.

Simplemente no podía hacerlo. Era el lugar donde había visto sus sueños hacerse realidad. Era la disquera de su manager, y si lo hacía muchas personas perderían su trabajo incluyendolo a él, sin mencionar que iría a la cárcel.

Fastidiado lanzó la botella de ron al piso.

-¿Emilio? -llamó alguien a sus espaldas.

Cerró los ojos antes de darse vuelta. No podía ser cierto.

-¿Qué estás haciendo?, ¿por qué hay gasolina y tú... Qué haces aquí? -preguntó frunciendo el ceño.

-Yo... Sharon, perdoname, no quería hacerlo de verdad, es solo que Joaquín. El no aparece y sí no lo hago le harán daño y yo... Perdoname -rogó enredado su cabello entre sus manos.

-¡¿Querías incendiar la disquera?!, ¡pero cómo puedes hacer algo así! -grito- ¡¿Sabes lo que ocasionarias?!.

-¡ESTOY DESDESPERADO! -grito ahora- No sé cómo está Joaquín, y las fotos que me mandan de su carita golpeada solo logran que cada día me sienta más impotente de no poder hacer nada. ¿Sabes lo que es no poder ayudar al amor de tú vida aun sabiendo que probablemente esta sufriendo?.

Sharon suabiso su rostro.

-Entido que estas mal, pero debiste decírmelo. Somos amigos y sabes que ubieramos encontrado una meior solución.

-No quería meterte en esto, podrían lastimarte o a tú familia si te involucró.

-Oh. Emilio, yo ya estoy involucrada.

-¿A que te refieres? -frunció el ceño.

-Natalie, tiene a Joaquín, y sé donde está.

[....]

Caminaba rápido por la carretera cuando una camioneta se estacionó a su lado.

La puerta se abrió y retrocedió asustado. No sabía quién sería pues todo estaba oscuro, pero la voz la reconoció al instante. Eduardo.

-Sube -dijo apuntando a Joaquín y este retrocedía negando con la cabeza- No te lo pregunté. Sube ahora -tomo el gatillo.

Joaquín entró resignado y el auto comenzó a andar.

Atte: Queen.


Por Accidente (Emiliaco) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora