Capítulo 22

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Dos semanas más tarde, La Fiesta de Calle Anual de Los Gatos se extendía a lo largo y ancho del mayor parque de la mayor comunidad adinerada del centro. Localizado sólo a algunas millas al Sur de San José, Los Gatos es sólo una de tantas en la estensión de ciudades que alfombran Silicon Valley. A diferencia de lugares como Cupertino, Milpitas, Santa Clara y Campbell, que son totalmente indistinguibles del propio San José, Los Gatos tiene bastante distancia física y socioeconómica para distinguirla. Paul había oído una vez que la ciudad se describía como el "Cielo de los Yuppies" y él no había encontrado ningún motivo para discrepar. En un domingo por la tarde normal, el parque estaría lleno de gente paseando a sus perros con pedigrí, sorbiendo su café helado de diseño y conduciendo por ahí sus malcriados infantes en carritos de alta tecnología.

Hoy no era diferente, excepto que tendrían la distracción añadia de variadas tiendas llenas de pinturas y artesanías por las que navegar. En un extremo del parque había un escenario de buen tamaño con una banda instalada y esperando a que la alcaldesa dijese algo oficial y bonito sobre la tarde. En el fondo se mostraban prominentes logos de los dos principales patrocinadores corporativos: Starbucks y BP. Paul se preguntó si la alcaldesa cambiaría su discurso a la luz de lo que ellos estaban a punto de hacer.

El reloj dio las 1:45 y, según lo esperado, una multitud considerable de un centenar de personas se había reunido en la vecindad del escenario general. Un lacayo dio tres golpecitos en el micrófono para asegurarse de que funcionaba el sistema de sonido y asintió hacia fuera del escenario a la alcaldesa de que todo estaba preparado si ella lo estaba.

De pie entre la multitud, Abeja advirtió todo esto y envió la señal. En el interior de la gran furgoneta de carga aparcada a menos de una manzana de distancia, la señal le llegó a Chloe.

—"De acuerdo, tropa. Afuera."

Se abrieron de par en par las puertas traseras de la furgoneta y salieron cinco payasos de cara triste llevando botas amarillo brillante hasta las rodillas y monos verde neón con símbolos de peligro biológicos cosidos a la espalda. Chloe iba en cabeza llevando una másara de payaso y una deslumbrante peluca púrpura gigante al estilo afro. Blandía un megáfono con forma de cuerno de toro en una mano y un cartel que proclamaba: "COMERCIO LIBRE = COMERCIO SANGRIENTO" en la otra.

Detrás iban Paul y Confetti cargando una taza de café de Starbucks de dos metros de alto hecha de papel maché. La taza tenía una pajita inclinada que sobresalía por la parte superior.

Los dos últimos payasos, Filo y Kurt, desplegaron una larga pancarta de lienzo que pendía entre dos postes de madera y usaban como mangos. En cuanto salieron de la furgoneta, alzaron el estandarte sobre sus cabezas y revelaron su mensaje entero de tres metros de largo:

"GRANOS COCINADOS CON SANGRE – PETRÓLEO DRENADO DE LA CARNE."

Paul había sido muy insistente en que los lemas tuvieran un tono muy visceral. Chloe se llevó el megáfono a la boca mientras guiaba a su pelotón de manifestantes directo al hueco entre la multitud delante del escenario. A cuatro manzanas de distancia, otros dos miembros de la Tripulación estaban representando una escandalosa "riña doméstica" que ya había atraído la plena atención de los oficiales de policía más próximos.

 —"¡Damas y Caballeros!" - gritó Chloe, —"¡Chicos y Chicas, Niños de Todas las Edades! ¡Bienvenidos al Festival Burgués de los Explotados!"

Todos desde la alcaldesa en adelante se giraron hacia el bizarro grupo. Las expresiones iban desde curiosa hasta furiosa perplejidad, con un poco en medio de amistosas sonrisas por parte de algunos niños.

—"¡Somos los Arlequines de la Hegemonía! ¡Los Payasos de la Corporatocracia! ¡Los Bufones de la Justicia! ¡Estamos aquí para traeros a todos noticias que os harán vomitar! ¡Todo lo que habéis temido preguntar sobre el sorprendente enlace entre la negra bilis que derramáis por vuestros tanques de gasolina!"

La alcaldesa, siendo una mujer de las que toman el mando, dio un paso hasta el micrófono y dijo, —"Disculpeme, necesita un permiso para..."

Que fue todo lo que todo el mundo oyó, una vez que Abeja pulsó el botón que interrumpía de forma remota el sistema de sonido del escenario. Sin asistencia electrónica, la alcaldesa no podía competir con la amplificada arenga verbal de Chloe.

«Esto va bien», pensó Paul, «Todo se acabará bastante pronto.»

Bajo la cobertura de los delirios gritados de Chloe, el equipo había llegado al frente de la multitud, que estaba más que ansiosa de abrirles el camino. El miedo a lo inesperado intimida a grandes masas de yuppies con facilidad. Además, cinco personas de la multitud eran parte de la Tripulación, plantados allí mismo en el frente para ayudar a dirigir la asamblea de turbamulta yuppie en la dirección adecuada. 

Chloe continuó, —"¡Dais energía a vuestros cuerpos con el fruto de un trabajo con salarios de exclavo! ¡Conducís vuestros coches con líquido extraído del cuerpo de la Madre Tierra sin ninguna consideración por ella o por vuestro bienestar!"

Paul y Confetti levantaron el artefacto de la taza de café sobre sus hombros, la pajita inclinada apuntaba directamente a la multitud. Paul llevó la mano bajo el fondo de la taza y encontró el interruptor de la bomba.

—"¡Este festival maldito al que todos habéis venido! ¡Este desesperadamente maquinado y falso evento de regocijo está patronizado por dos de las más despreciables y odiosas camarillas criminales del mundo!" - señaló con su letrero hacia los logos corporativos al fondo del escenario. La alcaldesa estaba buscando a la seguridad a gritos pero nadie podía oírla.

—"¡Este es un festival de muerte, opresión y, por encima de todo, SANGRE!"

Paul activó el interruptor y el ingenioso mecanismo de la bomba de Abeja se puso impecablemente en acción. La pajita en lo alto de la taza escondía una tobera que disparó un chorro de líquido rojo sangre que trazó una parábola sobre la multitud. Paul y Confetti pivotaron la taza de un lado a otro, rociando a tantos de los pronto berreantes y huidizos yuppies como era posible. Incitados por los miembros de la tripulación entre ellos, la multitud empezó a retirarse hacia las tiendas del artesanía. Después de treinta segundos, el depósito de sangre estaba vacío.

Chloe estaba en ese momento gritando sin palabras por el megáfono, ululando como loca para enfadar aún más a la multitud. Cuando vio que se había agotado la sangre, Se detuvo un brevísimo momento antes de girarse hacia sus camaradas.

—"Vale, soltadlo todo y correr. Ahora."

Entonces empezó a gritar de nuevo mientras se giraba hacia la furgoneta y empezó a correr a toda velocidad. Los dos lanzaron la taza de café hacia la multitud que se retiraba. Con el depósito vacío era bastante ligera. Nadie había tocado ninguna pieza del artefacto sin llevar guantes de látex y ninguna de las partes comunes utilizadas en su construccióon se podría usar nunca para seguir el rastro hasta ellos. Incluso se habían deshecho de las herramientas utilizadas para montar la bomba, en caso de que algún ambicioso policía tratase algún día de comparar marcas de herramientas. La larga pancarta cayó al suelo también y los cuatro payasos corrieron detrás de su líder. Tras elos, la policía por fin había llegado a la escena, pero estaban pasando demasiadas cosas allí para dar sentido siquiera a alguna de ellas. La alcaldesa les estaba vociferando desde arriba del escenario, de modo que naturalmente su primer instinto fue asegurarse de que ella estaba bien. Mientras los dos polis luchaban por atravesar la multitud hacia el escenario, Chloe y compañía ya estaban dentro de la furgoneta. Frente al parque, ocioso en el porche de un restaurante cercano, un comensal larguirucho observaba desplegarse toda la escena a través del objetivo de su cámara de vídeo. No consiguió captar la matrícula de la furgoneta cuando esta aceleró hacia la entrada de la autopista, pero estaba diseñado para que así fuese. Mientras el orden en el parque se restablecía por sí solo de nuevo, Raff cerró su cámara de vídeo y puso 20 dólares para cubrir su almuerzo. Quería asegurarse de salir de allí antes de que aquella multitud decidiera que ya habían tenido bastantes emociones ese día y se fuesen a casa. Tenía al menos una cadena de TV que visitar antes de las noticias de la tarde.

Geek Mafia - Trilogía Geek Mafia 1 de Rick DakanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora