Las instalaciones de Tú-Almacena-Bien permitía a sus clientes acceso diario a sus garajes de depósito las 24 horas. Cada cliente tenía un código único que le daba acceso a través de la puerta delantera, así como otro código y una llave necesarios para abrir el garaje. Diez años atrás, el local había tenido cámaras de seguridad de última tecnología y tres guardas haciendo rondas a todas horas. Hoy en día, el personal se limitaba a un sólo hombre en una cabina de seguridad mirando un monitor de vídeo que sólo recibía señal del 30% de las cámaras que aún funcionaban, y sólo trabaja por el día. Extendido sobre un acre que consistía en fila tras fila de garajes con puertas de metal, todo el lugar parecía gastado y ruinoso durante el día. Por la noche no era categóricamente amenazante.
Fue después de las 9:00 PM cuando Paul y Chloe paraban frente a la puerta delantera y ella sacó el brazo por la ventana para pulsar el código de entrada en el castigado teclado de metal. Un motor cobró vida y la verja de la puerta se abrió ante ellos. Avanzaron despacio al interior de la instalación, se encaminaron hacia una hilera de garajes de depósito cerca del fondo del espacio. Ambos escudriñaron hacia la oscuridad en busca de señales de alguien que pudiese estar acechando cerca. Todos los garajes tenían una luz sobre el umbral de la puerta. Juntas habrían provisto de bastante iluminación a cada hilera, pero más de la mitad de ellas estaban fundidas o rotas y dejaban zonas de oscuridad lo bastante grandes para ocultar un coche. Era imposible saber si estaban solos o no.
Chloe condujo hasta parar frente a la puerta marcada como G13. Era una de las unidades con un luz fundida, así que dejó las luces del coche enfocadas hacia la puerta, salieron del coche y se encaminaron a la entrada del garaje. Paul tecleó el código en un cuadrado junto a la puerta y el LED sobre la cerradura cambió de rojo a verde. Luego sacó una llave de su bolsillo. La metió en la cerradura al principio, pero la giró con cuidado durante unos segundos hasta que por fin los vástagos cayeron en su sitio.
La cerradura hizo clic y Paul dijo, —"Vale, allá vamos."
—"Estás tomando la decisión correcta, Paul."
—"Ya, ya. Eso es lo que no paras de decirme," - rezongó Paul como si Raff estuviese escuchando en secreto, lo cual probablemente era cierto.
Paul se agachó y levantó la parte inferior de la puerta de entrada al garaje. Con un alto traqueteo, rodó hacia arriba hasta el techo revelando un espacio de tres por seis metros lleno hasta el techo de cajas. Paul bajó el interruptor de la luz de la pared interior, pero nada sucedió. Lo movió airadamente arriba y abajo varias veces más pero seguía sin suceder nada.
—"Pues claro," - suspiró. —"La jodida luz no funciona. Espera un segundo que voy a por la bolsa."
Mientras Paul hurgaba por dentro del depósito, dos figuras salieron de la esquina paseando. Una de ellas, la figura más pequeña, permaneció oculta en las sombras, pero el larguirucho delgado avanzó confiadamente.
Era Raff. Chloe le miró sorprendida.
—"¿Qué estás haciendo aquí?" - le siseó ella lo bastante alto para que Paul lo oyese. —"¿Qué coño, Raff?"
Él trotó silenciosamente hasta quedar junto a ella. —"No pasa nada," - dijo él. —"Sólo me estoy asegurando que todo va bien."
—"¿Cómo coño has encontrado este sitio?" - le preguntó en voz baja y enfadada. —"Te dije que nos encontraríamos contigo esta noche."
—"Cálmate, Chloe, todo va bien."
Se oyó el grave retumbar de un motor detrás de ellos cerca de la entrada del depósito. Un coche apareció a la vista, conduciendo con las luces apagadas. Era un viejo y grande Cadillac del 78.
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Geek Mafia - Trilogía Geek Mafia 1 de Rick Dakan
General FictionPrimer número de la Trilogía G33K MAFIA, inspirado en las propias experiencias memorables del autor Rick Dakan en las industrias de los videojuegos y cómics. Despedido de un empleo que odiaba en una compañía que amaba, el diseñador de juegos Paul Re...