Capítulo 21

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Ellen se envolvió con sus brazos, perdiendo la mirada en el suelo a la vez que Joseph le ponía una mano sobre el hombro, apretándolo.

—Aparecieron apenas estalló todo esto, o eso es lo que escuchamos —comentó con voz suave. A la luz de nuestra fogata improvisada, se apreciaban algunas arrugas que antes no había notado, además de sus rasgos cansados, que, siendo justa, todos teníamos. Incluso Caleb, quien recién se había unido a nosotros.

Sentado a mi lado, con las piernas cruzadas hacia adelante y echado atrás sobre sus muñecas, Caleb analizaba atentamente las llamas. Se lo veía agotado, la barba le había crecido un poco y llevaba el cabello grasoso, sucio.

—Es una especie de organización explotadora —agregó Joseph, sin separarse de su madre, aún desecha por todo lo que estaba pasando.

—Tienen armas —continuó ella, cerrando los ojos con pesadez, como si se estuviera acordando de algún detalle—. Muchas.

—¿Cuántos son? ¿Podemos ganarles?

Unos pasos a nuestras espaldas me obligaron a voltear. En cambio, Caleb omitió las pisadas, tan sólo tensionando, disimuladamente, la mandíbula.

—Sólo si nuestra victoria es la muerte —interrumpió Mike, acercándose a la ronda. Cojeaba, aunque lo intentaba disimular, por orgullo, claro; era un idiota orgulloso.

Lamentablemente, y en contra de mi pronóstico esperanzador de librarme de él por un tiempo, Mike había despertado del sueño inducido por Caleb hacia una hora o dos. Lo había hecho con histeria, a los gritos, corriendo adentro para encontrarse con una escena similar a la que estaba trascurriendo en el momento; los cuatro conversando alrededor del fuego.

El tema principal de toda la charla había sido el mismo; cómo íbamos a poder rescatar a Lily con la nueva incorporación de Caleb al plan que no había sido, aún, trazado.

Al vernos, a Mike se le habían expandido los ojos, y sólo gracias a unos empujones de Joseph, unas palabras apaciguadoras de su madre y unos insultos de mi parte, habíamos logrado que no saltara encima de Caleb para comérselo vivo.

En mi humilde opinión, hubiera sido al revés.

Tal vez porque todavía quería conservar un poco de decencia, Mike se había rendido ante la fantasiosa idea de que podía ganarle a Caleb, quien lo había noqueado con naturalidad en los primeros cinco minutos de conocerlo.

Cada vez que entraba al edificio (a pesar de que parecía esforzarse en no hacerlo y merodear por los alrededores), una incomodidad inundaba el lugar, sin embargo, Mike parecía haberse resignado a la presencia de Caleb, y este último sólo lo ignoraba.

—Asaltaron la estación de policías en los primeros días, tienen un arsenal —añadió sin aproximarse, respetando un límite de distancia invisible, el cual agradecí internamente.

—¿Cómo lo sabes?

—Adentro se escuchan algunos rumores...

—¿Adentro?

—Sí. Es como una sociedad —explicó Joseph—. Por un lado, están los integrantes de la organización, que se encargan de administrarlo todo y de... Establecer un nuevo orden. Pero también hay personas como nosotros, familias como nosotros, que han perdido su libertad y están atrapados allí bajo sus extorsiones.

Con Caleb intercambiamos miradas. Tragué saliva, pensando algo que no diría en voz alta; eso sonaba mucho más difícil de lo que imaginaba.

¿Meternos en una organización armada para rescatar a una niña que no conocía?

Fugitivos del finDonde viven las historias. Descúbrelo ahora