Tirada en el piso, ya sin vehículo que me protegiese, con una única pistola con contados disparos que no alcanzarían a derribar ni a mitad de la docena de criaturas que me rodeaban, esperé el tan ansiado final. Que de tanto hacerse esperar me llenaba más de frustración que de temor.
Sin embargo, la criatura se mantuvo inmóvil, furiosa, sin duda, respirando sonoramente y fulminándome con sus oscuros y vacíos ojos. Hasta que, de repente, volvió a chillar, retorciendo la espalda huesuda a la vez que sacudía los brazos con violencia.
La piel le comenzó a palpitar visiblemente, produciendo más baba de lo normal, la cual incrementó el charco a sus pies al mismo tiempo que las extremidades se le plegaban, reestructurándose. Encorvada, escondiendo el horripilante rostro, su cuerpo aparentó encogerse con otro estridente alarido, que, a diferencia del anterior, se volvió más grave de forma gradual.
Las manos me comenzaron a temblar y aunque dirigiese el arma hacia ella, me sentí incapaz de disparar cuando, frente a mí, terminó de materializarse un hombre. Sí. Un hombre humano. Ordinario, sencillo, y, desnudo. Debía de tener la edad de papá antes de su fallecimiento, oscilante entre la adultez y la vejez.
Su cara, en la que sólo quedaban rastros de la asquerosa saliva, me contempló, pero esta vez, no interpreté cólera, sino, más bien, curiosidad. Pura curiosidad en unos ojos oscuros, ahora humanos, que me inspeccionaban de arriba abajo. Tenía cabello grisáceo, medianamente largo, nariz aguileña, párpados caídos y mandíbula rectangular sin indicios de barba.
Otra de las criaturas se aproximó a la escena, tendiéndole una bata con una marcada inclinación, así como los gestos de respeto que cada uno de los guardias tenía cuando Conrad pasaba cerca; denotando jerarquía. Los más débiles debajo de los más fuertes.
¿Significaba eso que aquella criatura convertida en hombre era una de los más fuertes?
—¿Por qué no me das eso? —cuestionó una vez se hubiese atado un nudo en la bata, dejando tan sólo una porción de su pecho lampiño y huesudo al descubierto. Sus pies, descalzos, pisaban los antiguos fluidos corporales que habían delimitado una pequeña laguna alrededor, recordándome que de ningún humano se trataba, obligándome a mantener el cañón en alto—. Se supone que tu raza tiene al menos un poco de inteligencia. ¿No es cierto? Si es así, entenderás, fácilmente, que no tienes ninguna oportunidad contra nosotros.
No hacía falta comprobarlo, ya que, en nuestro etorno, el resto de los extraterrestres se habían interesado por la escena de metamorfosis, sin romper un aparente campo de distancia de unos cuatro metros.
¿Cómo había hecho eso?
Había visto a uno de ellos convertirse en una monja, terrorífica, obvio, pero no me había imaginado que fuese tan común.
—No queremos hacerte daño —continuó él, sonriéndome. Tenía los dientes perfectos, relucientes y bien acomodados. Aunque la intención de aquel gesto fuese producir simpatía, me resultó escalofriante—. No queremos hacerle daño a nadie de tu raza, humana.
—Un poco tarde —escupí, por primera vez tras el shock, afianzando la mano con la pistola en dirección a su cabeza, de proporciones extrañamente humanas—. Que te hayas convertido en... Lo que seas que pretendas ser, no significa que me vaya a olvidar de lo que eres detrás de... ¿Tu piel? ¿Tu mucosa?
—Adopté esta forma porque pensé que sería más agradable para ti —respondió él, repasándose con la mirada, despegando uno a uno los pies de la viscosidad estancada—. No creas que no me siento disgustado por esto. Ustedes son... ¿Cuál es la palabra? Una inmundicia, tal vez.
Sí que tenía buena autoestima.
—¿Prefieres que vuelva al cuerpo de antes? —interrogó, extendiendo la palma de una de sus manos, examinándose las uñas como si fuese una de las características más fascinantes de la anatomía humana que hubiese visto—. Ya baja ese artefacto, no le harás daño a nadie más que a ti. Sólo queremos conversar.
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Fugitivos del fin
Science FictionHISTORIA GANADORA DE WATTYS 2020 EN LA CATEGORÍA DE CIENCIA FICCIÓN. La vida de una persona puede cambiar drásticamente de un día para el otro, o de una madrugada a la otra, y para Milagros Cortez, la prueba viva de esto es la aparición de un comple...