❝Ya lo rompiste una vez, ahora es tiempo de reparar el daño hecho.❞
━━━━ La caja sube a fin de mes como es costumbre en el Área. Sin embargo, ninguno de los jóvenes que ya habitaban el lugar esperaban que llegase un niño, quien para mayor sorpresa...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Capítulo XLVI:
Los músculos de mi espalda se tensaron cuando la vi caminar con decisión hacia donde estábamos, mirando hacia el frente sin gesto alguno y sin cruzar miradas con nadie. Y solo se detuvo cuando tuvo a Janson a su lado.
—¿Ya son todos?
—La mayoría —Ava frunció el ceño—. Son suficientes...
—Que empiecen a subirlos, entonces —concluyó mientras retomaba la marcha hacia nosotros.
—Cómo ordene... —murmuró Janson girando hacia su equipo—. ¡Ya la oyeron! ¡Súbanlos!¡Ahora!
La mujer nos señaló a Thomas y a mí para que sus hombres nos levantaran.
—Hola Thomas... —saludó con una leve sonrisa cuando nos tuvo frente a ella—. _____...
Hice girar los ojos y desvié la mirada hacia los chicos que empezaban a subir en los bergs, hasta que una figura nada apreciada volvía a aparecer frente a nosotros. Mi mejor amigo se quedó sin aire durante un breve segundo mientras aquella chica con melena azabache se ponía de pie junto a Ava.
—Me alegra verte a salvo -le dio un leve apretón en el brazo y se volvió hacia nosotros.
—¿Teresa? —Sartén estaba realmente sorprendido.
Puede que mis advertencias no hayan sido tomadas demasiado en serio respecto a ella.
—¿Qué ocurre aquí? —Aris no se quedaba atrás.
—Está con Ava... —murmuramos Thomas y yo al mismo tiempo.
—¿Desde cuando?
Janson volvió a aparecer en ese momento.
—Teresa siempre ha sabido apreciar el valor del interés común —empezó a caminar alrededor de ellas, muy lentamente—. Le devolvimos sus recuerdos. Solo fue cuestión de tiempo.
La ojiazul miraba a los demás larchos con los ojos brillosos, mostrando un desconsuelo y culpa que no me creía en absoluto. Y cuando su mirada se cruzó con la mía, dediqué toda mi energía en no caminar hacia ella y abofetearla.
—En verdad lo siento —empezó a decir con un pequeño temblor—. Era lo correcto. Es la única forma. Tenemos que encontrar la cura.
Chasquee la lengua y empecé a asentir con lentitud, para nada convencida y ya harta de escuchar las mismas mentiras.
—Tiene razón —volví a rodar los ojos—. Todo esto es un medio para un fin. Y ustedes lo entendían. No importa lo que piensen de mí. No soy un monstruo. —puso una mano en su pecho, tratando de hacer énfasis—. Soy una doctora y yo juré que hallaría la cura. Cueste lo que cueste.
Respiré profundamente y di un paso al frente, enfrentándolas.
—Mi hermano murió —di otro paso más, con rabia y dolor tiñendo cada palabra—. Perdí a varios de mi familia. Robaron mis memorias y obligaron a cientos de chicos a pasar y sobrevivir a un infierno, ¿y sigues pensando que aceptaremos en silencio?