❝Ya lo rompiste una vez, ahora es tiempo de reparar el daño hecho.❞
━━━━ La caja sube a fin de mes como es costumbre en el Área. Sin embargo, ninguno de los jóvenes que ya habitaban el lugar esperaban que llegase un niño, quien para mayor sorpresa...
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Previamente:
Ahí es donde caí en cuenta quién era la persona detrás de todo esto. Y no entendía cómo mis ganas de golpear aumentaban demasiado cada que Janson abría la boca para arruinarnos la vida.
Y peor sabiendo que quería tenernos de vuelta a como dé lugar.
Capítulo XXXV:
—¡Diablos! —le di una mirada a Thomas—. ¿Cómo salimos de aquí?
Todo los larchos empezaban a susurrar entre ellos, inquietos
Jorge gruñó de la nada y luego se acercó a nosotros para tomar a Thomas del brazo.
—Sé por dónde salir —tiró de mi amigo en dirección a un pasillo—. Hay que darnos prisa.
Abrí mucho los ojos, sorprendida ante eso.
—¿Es enserio?
—No tenemos tiempo para hacer bromas, niña —me dio una mirada llena de molestia y nervios—. ¡Brenda, llévalos hacia dónde ya sabes!
La chica lo miró sorprendida.
—¿Qué? —se acercó a él— ¿Qué hay de ti? No voy a dejarte.
Jorge la sostuvo por los hombros, en un intento de que no perdiera la calma.
—Está bien. No lo harás. ¡Y ustedes! —nos hizo una seña para que fijaramos la vista en él— ¡Esperen un segundo!
Jorge corrió hacia una especie de máquina, colocó un disco dentro de ella y luego una canción muy rara empezó a reproducirse a todo volumen por el lugar. Recogió un par de walkie talkie y le entregó uno a Brenda.
El hombre regresó con nosotros y ahora sí empezamos a correr detrás de él tratando de escondernos entre las sombras del edificio.
—¿Qué se supone que tiene de importante esa canción? —le preguntó Thomas al estar a su lado.
—Mucho, hermanito —sonrió con cierta malicia—. Es mi favorita y no querrás estar aquí cuándo la música terminé, créeme.
Llegamos a un enorme ventanal, o lo que quedaba de él y nos detuvimos frente a este.
Una enorme soga, si se podría llamar de ese modo, se extendía desde la viga sobre el ventanal hasta un muro a unos quince o veinte metros de nosotros.
—¿Quién pasará primero?
—Yo —se ofreció Teresa sin pensarlo mucho—. No tenemos tiempo para discutir.
Jorge le entregó una especie de gancho y empujó a Teresa para que se deslizara hasta el otro lado.
Le siguieron Sartén, Aris, Minho.
—Tú vas primero —le dije a Newt pasándole el gancho.
—¿Qué? ¡No! —se quejó.
—Newt, iré detrás de ti. No te preocupes —le sonreí nerviosa—. Debes de ir a cuidar a los demás.