❝Ya lo rompiste una vez, ahora es tiempo de reparar el daño hecho.❞
━━━━ La caja sube a fin de mes como es costumbre en el Área. Sin embargo, ninguno de los jóvenes que ya habitaban el lugar esperaban que llegase un niño, quien para mayor sorpresa...
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Previamente:
— ¿Quién eres? ¿Y por qué estás haciendo esto?
El chico soltó un suspiro antes de girarse y apoyar su espalda contra el metal.
— Porque sé que ustedes no tienen la mente lavada cómo los demás.— Respondió con tranquilidad.— Y respecto a lo primero... Mi nombre es Aris, y creo que por ahora es lo único que necesitas saber.
Capítulo XXIX:
Estuvimos casi veinte minutos gateando en esos ductos de ventilación, la paciencia se me estaba agotando y la idea de que estábamos andando en círculos ya se había asentado en mi cabeza. Aunque no desaparecía mi duda ante aquel rubio.
¿Por qué su nombre se me hacía tan familiar?
No fue hasta que Aris se detuvo que la duda se había disipado. Ya no había por dónde seguir.
— ¿A dónde nos trajiste?
— Shh...— Puso un dedo sobre sus labios.
Iba a responderle de mala gana cuándo escuchamos cómo una camilla era movida justo por debajo de nosotros.
Creo que no fui la única a la que se le cerró la garganta al ver una pantalla que monitoreando signos vitales.
Vimos como uno de los tipos de bata blanca -supongo que doctores de los que nos atendieron hace poco- pasaba una tarjeta de acceso sobre una especie de escáner y desaparecía junto con la camilla tras unas puertas metálicas dobles.
— Los ductos no van más allá de la puerta, y todas las noches traen de esas camillas hasta aquí...— Explicó mirando por las rendijas que habían bajo sus pies.
— Así que...— Empecé a decir.— ¿Nos trajiste aquí para enseñarnos lo obvio?.— No pude evitar disimular mi mal humor.
Aris sólo se encogió de hombros, parecía igual de desganado.
Thomas empezó a toser levemente, haciendo que el otro chico y yo volteemos a verlo. Fruncí el ceño al ver que era para llamar nuestra atención.
— ¿Quién dice que nos quedaremos con la duda?.— Nos enseñó una tarjeta de acceso.— No creo que el guardia la extrañe demasiado...
Una sonrisa se formó en mi rostro.
— Maldito genio...— Susurré extrañamente feliz.
— No envidies a las mentes grandes, ______.— Me guiñó un ojo, siguiéndome el juego.— ¿Lista para esto?
— Tan lista como un corredor.— Respondí.
Aris prefirió no decir nada y empezó a quitar los pernos que aseguraban las rejillas por las que estábamos viendo.
Unos cuántos minutos después ya lo habíamos conseguido y Thomas fue el primero en bajar.
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