Problemas

74 7 0
                                    

Habían regresado a la Capital hacía unas dos semanas, poco más.

En su regreso Zuko se había vuelto a preocupar por su Suki ya que después de haber dejado a Zora la primera vez se había deprimido hasta cierto punto por el haber dejado a su bebé y tenía sentido, él también experimentaba esa tristeza pero lo trataba de sobrellevar y así estar para su novia.
Sin embargo, en esta ocasión a Suki ya se le veía mucho mejor, su alegría de siempre se estaba volviendo a presentar de a poco y su comportamiento volvía a la normalidad lo cual tranquilizaba y alegraba a Zuko.

Se encontraban en el salón del trono en sus posiciones de siempre, Zuko sentado con las rojas llamas avivadas rodeándolo, y Suki firme de pie de espaldas a él manteniendo la mirada al frente. Habrían varios pendientes para el Señor del Fuego en ese día, además de ciertas aprobaciones y uno que otro trabajo, después de todo siempre que se iban Zuko debía ponerse al día con su gente y dar lo mejor de sí con Suki siempre acompañándolo.

Toc toc 

Se escuchó que alguien llamaba a la puerta. 

-Adelante- pronunció el Señor del Fuego con esa voz firme que utilizaba cuando se encontraba en su trono. Sin palabra alguna y en respuesta la puerta se abrió con delicadeza dejando ver a uno de sus generales siendo acompañado de un mensajero, ambos caminaron y una vez frente a Zuko hicieron su debida reverencia. 

-Señor del Fuego- habló el general aún en inclinado. 

-General Yang- le llamó- ¿A qué se debe esta su presencia?

-Verá Señor del Fuego, hemos recibido un mensaje del oficial de Yu Dao referente a las tropas que se enviaron hace unos meses y lo hemos traído- contestó indicando el mensaje en manos del mensajero que lo acompañaba quién seguía inclinado. 

-De acuerdo, veré el mensaje- pidió Zuko. El general le hizo una indicación al mensajero para que le diera el pergamino sin embargo a este se le cayó y comenzó a rodar sobre el suelo llegando hasta los pies de la guerrera. 

El mensajero no lo pensó más de un segundo y tras pronunciar un ligero »Disculpe« se encaminó para recoger el mensaje, Suki por su parte decidió ayudar y se agachó para poder recoger el pergamino el hombre al llegar frente a ella le agradeció y se dispuso a esperar a que esta se lo regresara, la castaña solo pintó una pequeña sonrisa en sus labios y comenzó a enderezarse pero algo la detuvo. 

Un intenso dolor como una puñalada en su abdomen la frenó. Soltó un pequeño quejido para si misma al momento de enderezarse en lo que se ponía una mano sobre su abdomen tratando de apaciguar el dolor, suspiró pesadamente y se reincorporó lo más rápido que pudo para no denotar su dolor. 

El mensajero recibió el pergamino sin problemas y luego regresó con el general para dárselo quien luego se acercó a Zuko para finalmente entregárselo, sin embargo este último estaba con la mirada fija sobre su guerrera. Él lo había notado, había algo extraño en Suki pero él no sabía que y quería averiguarlo, estaba preocupado. 

El carraspeo de la garganta del general lo regresó a la situación actual sacándolo de sus pensamientos, Zuko se exaltó ligeramente y tras ello tomó el pergamino que le extendía el general. Lo abrió y leyó un poco para darse la idea de que trataba, no tardó más que unos segundos y tras ello se dirigió al general, intercambiaron unas palabras más y finalmente este así como el mensajero se retiraron mostrando su respeto dejando al Señor del Fuego y su guardia solos.

--

Suki estaba en la alcoba real esperando a Zuko como de costumbre, o al menos la que había sido desde hace unos meses; se encontraba en el baño terminando de limpiar su maquillaje, vestía un camisón delgado de color verde en distintos tonos con mangas largas y un listón que lo apretaba para juntar con su cintura, su corto cabello lo había recogido levemente para limpiar su rostro y llevaba unas pantuflas del mismo color que sus ropas. 

Quédate conmigo [SIN TERMINAR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora