20. Jardín | Semilla de mallorn

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Gandalf había muerto. Aquel suceso fue un duro golpe para la Compañía del Anillo, y sus integrantes permanecieron alrededor de un mes en Caras Galadhon, la capital de Lothlórien, con el fin de sanar lo mejor posible del daño ocurrido en Moria.

Eventualmente, tenían que continuar con su cometido. Galadriel dio regalos a cada uno de los miembros de la Compañía, y les deseó buen viaje. Sin embargo, no se llevaron tan sólo los regalos de la Señora de Lothlórien, sino también ciertas experiencias vividas en dicho reino, así como vistas magníficas de la belleza del mismo, y sabias palabras y consejos del Señor Celeborn.

Gracias a los botes dados por los Elfos, la Compañía pudo continuar su viaje por el río Anduin. El agua fluía con calma, y mientras Aragorn se ocupaba de mover el remo para que el bote avance, Sam abrió una cajita. El Hobbit, sentado en una tabla en la parte delantera del bote, admiró contento lo que se hallaba en el interior.

"¿Una semilla?" Preguntó Frodo, al inclinarse sobre el hombro de Sam para ver dentro de la cajita.

"De un mallorn," Contestó. "Y el polvo es especial, sirve para lograr que cualquier tipo de árbol crezca con rapidez." Sam sonrió. "La Dama Galadriel me lo obsequió."

Frodo esbozó una sonrisa en asombro. Ambos parecían hipnotizados por la semilla plateada, considerablemente grande, la cual hacía contraste con el tono oscuro de la cajita y el pálido pero opaco color del polvo. El blanco resplandor de la semilla era intenso, y los dos hobbits se olvidaron por unos momentos de la misión a la que se habían embarcado.

"¿Dónde la plantarás? ¿En tu jardín?" Preguntó, sin despegar sus ojos de lo que albergaba la cajita.

"No, Sr. Frodo," Se rio con ligereza. "Ahí solamente podríamos verla los que estemos en mi casa. Quiero sembrarla en un lugar donde el mallorn crezca y sea visible para todos en la Comarca. Un lugar donde cualquiera pueda ir y sentarse contra su enorme tronco plateado, donde podamos reunirnos y celebrar bajo la luz de sus hojas verdes, platas, y sus doradas flores." Exhaló suavemente el Hobbit.

Frodo imaginó aquello. Parecía un buen plan, tener una fiesta alrededor del inmenso mallorn, una vez crecido, y disfrutar de sus intensos colores. No obstante, sólo podría ser posible hacer aquello si volvían de la misión. Sólo serían capaces de salvar la Comarca, y el mundo en general, una vez destruyan el anillo. Ya habían perdido a un miembro de la Compañía.

"¿Qué opina, mi Sr. Frodo?" Cuestionó Sam, cerrando la cajita.

"¿Hm?"

"¡Podemos construir encima de los mellyrn, como hicieron los Elfos! No digo que hagamos un castillo como el de los Señores Celeborn y Galadriel, pero quizá una pequeña cabaña estaría perfecto." Expresó con determinación. "Ahí podrían jugar nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos..."

Frodo sonrió. "Suena genial, Sam."

Aún había esperanza. Y la semilla era la prueba de aquello.

 Y la semilla era la prueba de aquello

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notas:
1. la imagen pertenece a tanja poot.

Fictober 2020 | Edición TolkienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora