12. Morado | Elrond

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Estaba enojado consigo mismo. ¿Y cómo no estarlo? La situación parecía no estar mejorando en absoluto, y su incapacidad para hacer algo al respecto no dejaba de atormentarlo.

Dentro de un pequeño cuarto, en Rivendel, se encontraba Celebrían tratando de recuperar fuerzas tras ser torturada por Orcos. Elrond estaba afuera del cuarto, ya que los padres de su esposa se encontraban adentro con ella. La puerta se abrió. Elrond quiso preguntar si habían podido ayudar a Celebrían, sin embargo, la mirada en los dos Elfos se lo impidió.

"Ningún poder o habilidad de los que estamos aquí presentes podrá curarla del todo." Galadriel murmuró.

"Iel mín es fuerte," Celeborn miró a su esposa, luego a Elrond. "Pero el daño es demasiado. Pronto deberá tomar una decisión, y nos guste o no, tendremos que aceptarla." Exhaló determinado.

El corazón de Elrond se afligió por enésima vez. "Debí ir con ella..."

"No coloques la culpa sobre tus hombros, Elrond." Galadriel arqueó las cejas tristemente, ladeando su cabeza.

"Pero debí haberlo previsto, ¡pude haberlo previsto...!" Elrond exclamó con pesar. "¿De qué me sirve ser dotado con previsión si no puedo salvar a aquellos que amo?" Sollozó, y la pesadumbre en su corazón aumentó.

Celeborn y Galadriel intercambiaron miradas angustiadas, sin decir más.

Celebrían no respondía a ningún tratamiento, y la mayor parte del tiempo se hallaba durmiendo. Sus cabellos que brillaban como la luz de las estrellas ahora eran de un blanco opaco. Dentro de la pequeña habitación, a parte de Celebrían, se encontraba Arwen. Sus ojos estuvieron a punto de cerrarse por el sueño, cuando el sonido de la puerta la alertó.

"Perdón si te asusté." Elrond entró silenciosamente al cuarto. "No sabía que seguías aquí, Arwen." Murmuró.

La joven dirigió la mirada a su madre de nuevo. "¿Crees que se recupere?"

El rostro de su padre cambió enseguida, aunque ella no lo vio. Elrond se acercó a su hija y tomó asiento al lado de ella, en un taburete largo situado a un costado de la cama donde yacía Celebrían. "Ve a descansar, Arwen."

La Elfo miró a su padre. "¿Y nana?"

"Yo me quedo con ella." Sonrió.

Arwen también sonrió, dando un pequeño abrazo a su padre. Bostezó, por lo que se levantó y salió del cuarto, cerrando la puerta tras ella.

Elrond observó una vez más a su esposa, y arqueó las cejas afligido. Observó aquella pálida piel del color de sus cabellos; observó aquellos labios teñidos de un ligero morado, así como observó las ojeras que yacían alrededor de sus ojos y los moretones en su pecho y brazos. De repente, Elrond comenzaba a odiar ese color.

Pareciera que, todo aquel a quien amó, fuese alcanzado por desgracias. Pensó en sus padres, en su hermano, en Gil-Galad, e incluso en Maedhros y Maglor. Ahora había formado una familia, y el perderla era su mayor temor. Las lágrimas corrieron por las mejillas de Elrond, y cubrió su rostro.

 Las lágrimas corrieron por las mejillas de Elrond, y cubrió su rostro

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notas:
1. la imagen pertenece a @kuliszu en deviantart.

Fictober 2020 | Edición TolkienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora