31. Encanto | Eönwë

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Tras destruir Angband y la mayor parte del ejército conformado por orcos, balrogs, licántropos, dragones y demás viles criaturas, Morgoth fue sujetado con la cadena de nombre Angainor y arrojado al vacío. La Guerra de la Cólera había sido una victoria definitiva para los Valar, sin embargo, Eönwë, uno de los Maiar que había participado en la feroz batalla en el puesto de comandante del ejército de Aman, sentía que era incapaz de visualizar la victoria completa.

De sereno carácter, el Jefe de los Maiar trataba con seriedad las situaciones, siempre mostrándose tranquilo, y no fue la excepción cuando en sus manos se encontraron los dos Silmarils restantes, ya que el tercero se hallaba bien custodiado en los cielos por Eärendil «el Marinero».

Apreció afligido la luz de los Dos Árboles encerrada en los Silmarils, pues era imposible ver aquellas deslumbrantes obras de Yavanna, destruidas hace mucho. Las palabras de Manwë inundaron la mente del Maia.

"El encanto de Arda no se halla en el mundo mismo, sino en los Hijos de Eru Ilúvatar: nosotros, los Ainur; los Eldar, Primeros Nacidos; los Edain, Segundos Nacidos; los Naugrim, aquellos que por acto bondadoso adoptó; y toda otra criatura viviente que aún está por venir a Arda." Eönwë creyó en la fuerza de aquellas palabras, las cuales recordaba cabalmente, y guardó los Silmarils.

Cuando Mairon, o bien Sauron, hizo saber al heraldo de Manwë que se compungía de sus actos cometidos bajo el servicio de Morgoth, Eönwë vio arrepentimiento en los cautivadores ojos de Sauron, y sonrió, pues quien fue su amigo y compañero hace mucho, al fin regresaría a su lado. Pero las cosas no podían ocurrir de la noche a la mañana; le advirtió que al regresar, sería juzgado por los Valar. Aquello disgustó a Sauron, quien orgullosamente optó por darle la espalda de nuevo y continuar haciendo el mal en la Tierra Media, escondiéndose del ejército de Aman.

Entonces, Eönwë se dio cuenta de una cosa: era Morgoth el responsable de arrancar de Arda todo aquello que alguna vez tuvo su propio encanto. Y Eönwë sintió su corazón estrujarse, pues todo lo que se perdió, jamás regresaría. Fue este pensamiento el que le hizo comprender su sentir de que esto no era una victoria.

Aquellas sabias palabras de Manwë se desvanecieron el aire, como el humo que llega a desprenderse del fuego llameante. Eönwë era incapaz de ver el encanto en las desgracias, en las guerras, en los asesinatos, en las matanzas, en las violaciones, en los hurtos, en las profanaciones, en la tortura, en los secuestros, en las maldiciones, en las mentiras, en las traiciones, en el miedo, en la maldad y en la oscuridad.

Con el rostro enrojecido y bañado en lágrimas, la ira de Eönwë se unió a la de los Valar, desencadenándose en la Tierra Media. Las aguas se tragaron a las tierras, y la estructura del continente cambió. Gran parte de Beleriand se perdió, y Eönwë sabía que lo que se pierde, jamás regresa.

 Gran parte de Beleriand se perdió, y Eönwë sabía que lo que se pierde, jamás regresa

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notas:
1. la imagen pertenece a @m0rket en tumblr.

¡si llegaron hasta aquí, no me queda más que agradecerles! espero hayan disfrutado del fictober como yo lo hice, he aprendido una que otra cosa gracias a los comentarios, ¡y si eru lo desea, nos volveremos a encontrar! 💞✨

Fictober 2020 | Edición TolkienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora