16. Cerdo | Legolas

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"Entonces, Gimli simplemente agarró la cecina de puerco con sus manos desnudas y la devoró en menos de un minuto." Reía Legolas recordando buenos momentos durante el tiempo que estuvo en la Compañía del Anillo.

Se encontraba sentado en el comedor principal del castillo de su padre, el Rey Elfo del renombrado Bosque Verde, y sin embargo, en la otra punta de la gran y larga mesa de madera se encontraba Thranduil, esperando pacientemente a que el desayuno fuera servido, junto a su hijo Legolas.

"Así son los enanos. No conocen los modales, qué va, ¡no conocen los cubiertos!" El rey rodó los ojos en cansancio.

"En su defensa, nos encontrábamos en la intemperie;" Sonrió Legolas, de manera inocente. "No era muy fácil encontrar un plato o un cuchillo en Isengard una vez todo fue destruido por las fuerzas de Saruman y por el agua de la presa." Explicó.

Thranduil solamente levantó una ceja, como si quisiera darle la razón a su hijo en esta ocasión, pero sin estar del todo de acuerdo con lo que mencionó. Para mantener su boca ocupada, tomó un sorbo del rojo vino que yacía en una copa dorada. Pero una vez asentó de nuevo la copa en la madera de la mesa, su boca se abrió de nuevo.

"Existe una peculiar anécdota que, no cualquier persona me contó, sino que el mismo Señor Elrond lo hizo; cuando tuvo a los enanos de la Compañía de Thorin como sus invitados en Rivendel, les ofreció comida pensando que de esta forma ellos estarían agradecidos y se comportarían en su hogar, pero por el contrario, lo que hicieron los enanos fue arrojar la comida por los aires y cantar escandalosas canciones." Thranduil negaba con la cabeza.

En ese momento, otros dos elfos entraron al comedor y asentaron dos platos de comida variada, uno para Legolas y el otro para su padre. Los otros dos elfos se retiraron de la habitación.

"¡Poco faltó para que se comporten como animales!" Exclamó disgustado el rey. "Con facilidad un enano podría ser confundido con un cerdo."

Legolas bajó los ojos al estar en desacuerdo con lo que su padre dijo. Thranduil tenía fija la mirada en su plato, ya que con ayuda de un cuchillo y de un tenedor se hallaba cortando pacientemente las verdes hojas que yacían en su plato al lado de otras legumbres y verduras. Cuando levantó la vista de un segundo a otro, primero se paralizó por lo que vio, y luego su mandíbula cayó ligeramente mientras sus ojos miraban incrédulos.

"¡Legolas, no...!"

Fue todo lo que el Rey Elfo pudo decir, cuando notó que su hijo había dejado los cubiertos de lado y sostenía en manos un grasoso filete de puerco, dirigiéndolo para darle una mordida de lo más grande posible según el tamaño de su boca lo permitía.

Ese fue el día en que Thranduil se arrepintió de haber dejado a su hijo viajar con unos extraños.

Ese fue el día en que Thranduil se arrepintió de haber dejado a su hijo viajar con unos extraños

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notas:
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Fictober 2020 | Edición TolkienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora