23. Botella | Aiwendil

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Las luces se habían extinguido en Valinor debido a Melkor, y el pálido cabello de Aiwendil brillaba mientras trazaba su camino en los dorados pastos de Yavanna bajo la oscuridad. Trepó a un árbol velozmente. El Maia había escogido su pequeña figura, parecida a la de un niño, para no asustar a los kelvar ni lastimar a los olvar cuando trepara sobre ellos.

"Lo lamento, pero necesito esto." Dijo Aiwendil al árbol cuando arrancó un puñado de flores blancas.

Saltó desde lo alto del árbol al dorado pasto, con flores en sus bolsillos, y corrió hasta al poblado. Entró a unas mansiones en Valmar, la ciudad. Ahí corrió por varios pasillos, hasta entrar al taller de uno de los Maiar de Aulë. Aiwendil divisó un recipiente de cristal.

"¿Usarás esa botella?" Preguntó el pequeño Ainu.

Curumo, un Maia de esbelta figura a diferencia de Aiwendil, leía unos hechizos concentrado. "No." Contestó monótonamente. "Llévatela."

Aiwendil sonrió, y como el recipiente no cabía en su bolsillo, lo aporreó en la mesa, rompiéndolo en pedazos. Juntó los trozos de cristal entre sus manos, y una vez tenía todo en sus bolsillos, Aiwendil salió corriendo de aquel lugar. Los cabellos marrones de Curumo, casi negros, giraron sobre sus hombros; no le tenía aprecio al pequeño Maia.

En su taller, machacó el cristal hasta hacerlo polvo, luego los introdujo en un recipiente inquebrantable, y encima colocó las pequeñas flores. Aquel envase se unía por medio de un tubo, que sólo conducía gases, a un segundo recipiente. Eventualmente, las flores se marchitaron y el polvo desapareció, por lo que Aiwendil quitó el tubo y corrió con el recipiente hasta el monte de Ezellohar. Ahí, liberó el gas.

No obstante, la brisa le traicionó y Aiwendil tragó el gas. "Oh, no..." No resistió, y cayó al pasto. Cuando se puso de pie, notó que todo le parecía raro; no sabía dónde estaba. No recordaba porqué sostenía aquel recipiente, y olvidó quién era.

Su deseo de ayudar a su Señora a revivir los Dos Árboles le había cegado de ser cuidadoso con las pociones. Ahora todo le parecía fascinante. Corrió siguiendo a una parvada, y soltó el frasco. Cuando llegó a los pastos dorados, tardó en notar a la enorme mujer verde que acababa de desprenderse de un árbol.

"Aiwendil, ¿qué haces?" Reía Yavanna, mirando al pequeño seguir a las aves.

El Maia se detuvo ante la bella Valië, a la cual no recordaba. "¿Aiwendil? ¿Quién es Aiwendil?" Dijo Aiwendil. "¡Soy Radagast, «Espíritu Pardo»!"

Tocó la nariz del Maia, cuyos recuerdos regresaron. "Entonces, será Radagast tu segundo nombre, Aiwendil."

Yavanna sabía que Radagast quería sanar a los Dos Árboles, y ella también quería aquello, pero sería imposible sin los Silmarils. Para olvidarse de aquella pena comenzó a girar, danzando sobre los dorados pastos mientras flores amarillas y blancas se desprendían de su verde vestido. Radagast reconoció a su Señora, y contento también bailó y corrió a su alrededor.

 Radagast reconoció a su Señora, y contento también bailó y corrió a su alrededor

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notas:
1. la imagen pertenece a @cochart en tumblr
2. edit: una disculpa si la imagen no se veía!! lo he actualizado ✨

Fictober 2020 | Edición TolkienDonde viven las historias. Descúbrelo ahora