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Celos.

-Eh... -me miró y sonrió- ah, si. Vamos -me tomo la mano y me llevo hasta el coche-. ¿Me decís por que hiciste eso? -pregunta riendo.

-No lo sé, quizás porque estaba aburrida.

-Eso me suena a que es mentira. Seguro que estabas celosa. -dice este.

-¿Celosa? ¿Yo? Pf... si claro. -puede que lo esté, pero no lo pienso admitir, antes muerta.

-Ay... Ezequiel te amo... casate conmigo... cuidame y defendeme siempre... -empezo a gritar y a imitar la voz de mujer.

-¡Callate! Que vergüenza... nos miran todos... -de seguro estoy tan colorada como el trasero de un mandril.

-La próxima vez que sueñes conmigo trata de que no haya nadie en tu habitación -ay... no, no, no, no, no... -. Si, hasta te grabé -saco su celular, abrió la galería y pude ver que tenía fotos mías mientras duermo. Un segundo...

-¿¡QUE HACES CON FOTOS MIAS DE CUABDO DUERMO!? -comence a gritar- ¡Y MAS DURMIENDO EN ROPA INTERIOR! -dormia con mis bragas de ositos y una remera por el ombligo.

-Es que te veías tan tierna... -comenzo a reír. Aproveche que se distrajo, lo agarré de su camisa, lo llevé contra el auto, y acorte unos centímetros, pude ver como se sonrojaba. Mi intención era sacarle el celular, y eso hice. -¡ENANA! ¡DEVUELVE MI CELULAR! -corrio tras de mi- ¡Te tengo! -maldita sea, soy muy mala corriendo.

-Si te faltan algunos contactos no fue mi culpa... -canturrie- ¡Ahora llévame a casa que tengo hambre!

...

Por fin llegamos a casa. Lo primero que hice fue atacar el refrigerador, lo segundo que hice fue asegurarme de que Ezequiel se fuera a bañar, y los tercero que hice fue... escaparme. Fui al parque, me senté sobre un banco y vi a los niños que jugaban y se reían a carcajadas. Sentí que alguien se sentó junto a mi, al verla era una niña rubia, estaba llorando, tenía raspones en su pequeño codito y en su rodillita.

-Oye niña... ¿Te perdiste? -pregunte, pero la nena comenzó a llorar más fuerte. Si hay algo que odie más que a los mujeriegos, son a los niños llorando, haría cualquier cosa para que los niños no lloren. En esa edad debe reírse sin para, no llorar.

-Si... -sollozo.

-Bien, espérame aquí, voy a comprar algo para curarte y también compraré un helado, ¿Quieres? -pregunte para que sonriera, pero no hubo caso.

-Si... -al menos se tranquilizó.

...

-Ya volvi! -compre las famosas "curitas" y se las puse donde tenía los raspones- ¿Ya te sientes mejor?

-Si, gracias. -me sonrió. Me acordé que compré helado, lo saqué de la bolsa y se lo di- Mi nombre es Defne, ¿Tu como te llamas? -pregunto la pequeña cuyo ojos eran tan verdes como el pasto.

-Lara, un gusto Defne. Ahora necesito que me digas, ¿Te perdiste? Podemos buscar a tus papis...

-Yo tengo siete años, ¿y tu? -pregunta la hermosa niña-¿Me ayudas a buscarlo? Vine con mi hermano -asenti y dimos una vuelta por todo el parque, hasta que paró-. El es mi hermano, gracias, me ayudaste mucho hoy.

-Ay... mocosa, casi me muero buscándote. -la regaña el que según ella era su hermano, luego se asoma una mujer.

-¡Hija! ¿Donde estabas? ¡Casi nos morimos! -dice la señora cuyos ojos también son verdes pasto. El chico apenas vio que se acercó la señora se fue.

-Mami... ella me ayudó, también me curó, y me ayudó a buscarte. -dice la pequeña Defne. Nose porque, pero esta linda nena me cae bien, no solo porque es linda, sino porque es inteligente, lo supe cuando buscábamos a su hermano, ella decía palabras que no había escuchado decir a ningún nene de esa edad. -Lara, nunca me dijiste cuánto años tenes...

-Mm... yo tengo dieciocho. Por cierto, espero que nos volvamos a ver Defne. -le sonreí.

-Gracias por ayudar a mi hija, ¿Cuanto te debo? -habla la que supongo que es su madre.

-Por nada, no me debe nada, lo hice porque la vi sola y llorando, haría lo mismo por cualquier persona. -le contesto

-Mami... quiero que ella venga a casa... -dice la pequeña Defne mientras hace puchero.

-Por mi no hay problema, pero le tienes que preguntar a ella antes. -lo dice y de inmediato me miran los dos pares de ojos verdes.

-No hay problema, es más, me encantaría ir a verte -le digo-. Este es mi número 11— -le di mi número y le dije que cuando quisiera que vaya me hable, y que yo iba a estar disponible siempre.

Mientras veía como se iban las ojiverdes, me distraje con una simple persona... Ezequiel, se estaba besando con una de las zorra que eran amiga de Raquel.

-Mierda! -murmure y salí corriendo.

Corri como idiota, no vi por donde iba, solo quería huir de esa maldita sensación, mientras corría sentía algo dentro mío partirse. Sin darme cuenta me encontraba llorando, pero a la vez corriendo. Como corría sin ver por donde iba, me choque contra un pecho.

-Lo... lo siento... -me levante del suelo dispuesta a seguir corriendo, pero este me tomo del brazo.

-¿Estas bien? -¿Que pregunta es esa?

-¿¡Y A TI QUE TE IMPORTA!? -me safe de su agarre y volvi a correr, llegue a un callejón, ahí fue cuando me di cuenta de que estaba perdida.

-Uy... pero mire que belleza nos encontramos aquí... -dice un hombre mientras se acercan otros dos.

-Nose quienes son, pero aléjese de mi. -ordene- ¡QUE SE ALEJEN! -grite al darme cuenta que se acercaban cada vez más.

-No te vas a ir. -dijo otro de los hombres. Rápidamente se acercaron, uno empezó a besarme el cuello, otro manoseaba mi trasero, el otro mis pechos. ¡Dios que asco!

El intruso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora