Capítulo 12.B

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||Eureka||

||Eureka||

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Neferet todavía no lograba entender.

Las olas rompiéndose contra las rocas la bañaron con diminutas gotas su piel y ella agradeció que estas acompañaran devotamente sus lágrimas. Inspiró la bruma salada, pero estuvo lejos de alcanzar la relajación con ella. Ninguna acción que cometiera frente al inmenso azul de Oceanside parecía mitigar su dolencia.

Quizá había sido vano su intento de escape, quizás nunca más volvería a estar bien.

Quizás el amor no era para ella. Quizás sí podía sentir esa química tan particular tanto con hombres como con mujeres, pero era el amor quien la detestaba.

Se regañó con prisa, hundiendo su rostro contra sus rodillas. Estaba insultando al amor más grande que tuvo. Y es que sí, Daryl siempre ocuparía ese lugar en ella. Había cometido error tras error, pero no era una mala persona. Sólo era un idiota. Un idiota con el que compartió de los mejores momentos de su vida y que aprendió a amarla... A su modo. Y, a sabiendas de que jamás volvería con él, solo le interesó mantener a raya los buenos momentos, dejando los malos como una experiencia que no volvería a repetir.

Además, no podía evitar ese hecho tan crucial que surcaba su pecho, su corazón, que calaba su interior y no la dejaba huir. Ella estaba enamorada. Y lo que no comprendía es, ¿cómo todo aquello que vivió con el prisionero de Alexandria era una mentira? ¿Cómo logró conseguir ese efecto en ella, esa poción embriagadora que le dio de beber y resultó en amor? ¿Cómo le hacia sentir emociones tan intensas y reales, mintiendo?

¿Realmente era un embajador de la mentira?

No había esperanza en ella que le dijera lo contrario. Y es que esas siete palabras la destrozaron.

“No creías que te amaba, ¿o sí?”

Sí. Siete letras, un bolígrafo y un papel de mierda que echaron todo a la basura.

Aún estaba furiosa consigo misma por haberlo defendido con tanta devoción y recibir esa gran humillación a cambió. Había confiado en él, lo respetaba y lo amaba sobre todo. Por momentos no lo asimilaba y creía que aquella solo era una realidad alterna. Que volvería a la celda... Y él estaría ahí, con esa estúpida sonrisa que surcaba sus hoyuelos y relucía sus perfectos dientes como perlas, emitiendo sus estúpidos comentarios con ese toque de acidez y sarcasmo que él mismo le agregaba y marcaba su personalidad.

Diablos, lo extrañaba. Qué otra cosa desearía más que compartir un momento así con él. Observar el atardecer de la playa, con sus manos entrelazadas y su cabeza reposando contra la curva de su cuello. Con los aromas de la bruma salada y el natural de su cuerpo mezclados. Besarlo y sentir sus caricias y la forma en que su canosa barba le pinchaba la piel.

Después De La Tormenta ||Daryl Dixon; NeganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora