¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Capítulo VI: ¿Eres Feliz?
En momentos de tristeza, las risas infantiles que sonaron como un coro angelical en aquella sala lograron que Daryl sonriera atraído por ellas, mientras bajaba las escaleras.
Allí los vio. Su hijo, Judith y R. J eran los protagonistas de aquel coro, acompañados por Michonne a la cabecera, y Carl junto a su hermano.
La mesa estaba puesta y lista para servir. Solo faltaba él, pero aún sobraba un asiento y frente a este los cubiertos se mantenían perfectamente acomodados.
Daryl tomó asiento en la otra punta, sintiendo esa alegría calma en el ambiente.
—¿Y mamá? —le preguntó a su hijo, quien volteó a mirarlo desde el lado izquierdo.
—Me dijo que no se sentía muy bien. —respondió el pelinaranja, y por su gesto Daryl notó que estaba preocupado.
De repente las risas sonaron como algo pesado para él, como si no las mereciera, como si disfrutar algo, por más pequeño que sea, era totalmente injusto por él destruir a su propia familia.
Asintió y la cena transcurrió con tranquilidad gracias a esos tres angelitos que espantaron temporalmente sus demonios.
Al cabo de una hora, tras ayudar a recoger la mesa, se dirigió a su casa con una bandeja, con el plato que estaba reservado para ella.
Subió las escaleras, cruzó el pasillo y se detuvo frente a la puerta de la que era su habitación, mirando cómo había quedado la bandeja.
Se había tomado el tiempo de acomodar aquellas rodajas de tomate junto a las otras verduras, además de un buen y clandestino trozo de queso , y en su pasada de la casa grande de Alexandría a la suya, arrancó un diente de león que depositó junto al vaso.
Estaba... Decente, según su criterio.
Pero, después de todo, había un error...
Él.
Suspirando, dejó la bandeja sobre el suelo, y al incorporarse dio dos toques a la puerta antes de alejarse e ir con Carol.
Neferet dejó de cepillar su cabello al oirlo, adivinando por ese tímido golpeteo de quién se trataba.
Sabía que se había quedado allí un rato, debido a la sombra bajo la puerta. Probablemente, batallando contra sus pensamientos.
