2- Edrick

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Hoy era mi primer día de libertad completa. Paul y Louise habían conseguido sacarme de la cárcel después de un año ahí, encerrado. La cárcel era un sitio de mierda, pero era mucho mejor que vivir en la mansión de los Walker.

Mis padres no eran mi familia, no importaba que el ADN dijese lo contrario, me negaba a ser parte de una familia de pijos que creía que podían comprar a la gente con protección y dinero. Mi única familia era mi primo Kol, el que seguía pudriéndose en la cárcel ya que sus padres murieron, y a los míos les interesaba más bien poco que Kol estuviese fuera, conmigo.

Estaba en La Calavera, un bar que en mi ausencia se había hecho famoso por un grupo de tías. La Medusa se hacía llamar, y me daba que la pelirroja explosiva con la que acababa de cruzarme era la líder de todas ellas. Una de las mejores corredoras de carreras ilegales, según lo que se comentaba.

La mayor parte de mi juventud antes de la cárcel me la pasaba vendiendo droga por estos barrios bajos de Portland, hasta el punto de querer mudarme aquí con mi primo, en un pisucho. Pero ahora eso había cambiado, me veía obligado a vivir con mis padres, a aguantar sus gilipolleces hasta conseguir robarles el dinero que necesitaba para sacar a Kol de ese infierno. Y para eso, yo debía adentrarme en otro infierno.

Me comí a la rubia de la barra con los ojos mientras sacaba mi cartera para tomarme unas cuantas copas.

Rebusqué por los bolsillos pero no había nada. Mierda, me la había dejado en el coche.

Maldije y me di media vuelta para ir al coche, mientras pasaba entre la multitud sintiendo címo algunas chicas me devoraban con la mirada.

Patéticas.

Al salir fuera del local me golpeó el fresco aire de la noche y, junto a mi coche había una furgoneta negra con el logo de Industrias Walker.

¿Qué coño hacía esto aquí?

Escuché unos murmullos en el callejón que había a unos metros de mí y decidí acercarme a ver qué sucedía.

El callejón estaba casi completamente oscuro así que encendí la linterna de mi móvil y me adentré con rapidez. En cuanto vi la situación reconocí de inmediato los rostros de los dos tíos que había ahí, eran secuaces de mis padres.

No me importaba una mierda que pintaba esa pelirroja ahí, pero lo que sí me importaba era que Paul y Louise los habían traído hasta aquí para acabar con ella, y no iba a dejar que ellos se saliesen con la suya en nada que les interesase.

Si yo iba a tener que vivir con ellos y aguantar todas sus putas gilipolleces, les iba a hacer vivir un verdadero infierno. A cada paso que intentasen dar para sus planes, ahí estaría yo para joderles la jugada.

Tiré el móvil al suelo y le propiné un puñetazo en la cara con toda mi fuerza al hombre que intentaba estrangularla, provocando que cayese inconsciente al suelo.

Ella, cuando por fin pudo respirar, consiguió soltarse del agarre de otro hombre que estaba distraído conmigo. Le proporcionó un golpe seco en la garganta que lo dejó sin respiración por unos momentos. Después, le dio una patada en la entrepierna, ocasionando que el hombre se retorciera del dolor y cayera al suelo. La chica terminó por pisarle con sus altas botas negras una pierna, saltando sobre él con fuerza, provocando más lamentos de su parte.

La pelirroja se agachó hasta estar a su altura, en cuclillas, y después rajó su camiseta con las manos.

—Dale un mensaje a esos Walker —gruñó sacando una navaja del bolsillo del pantalón, que al estar en esa posición le hacía remarcar más el culazo que tenía—. No se juega con una Medusa —habló lentamente con una voz ronca, suave y sensual. Acto seguido, clavó la navaja en la superficie de la piel del abdomen del hombre, y mientras él gritaba del dolor, ella dibujó una eme, creando un chorro de sangre que brotaba de la piel del individuo.

Venenosa Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora