4- Agnes

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Sentí una oleada de calor al entrar a la mansión.

Me acerqué a una de las mesas para comer un aperitivo. Había muchos tipos diferentes de comida en miniatura, así que decidí coger una cosa extraña verde.

Sentí una arcada ácida arrasando con mi garganta después de probar esa cosa.

—¿Qué mierda es esto? —dije después de escupir en una servilleta y de que varias personas me miraran de forma rara.

Me alejé de la mesa y un camarero me sirvió una copa de champagne. La acepté, pues no me iba a ver en otra ocasión para probarlo.

La gente hizo un círculo ante una familia. Los Walker, suponía.

Había una pareja de unos casi cincuenta años, vestidos muy elegantes, y un chico que sería más o menos de mi edad, con un traje ajustado que le quedaba de miedo.

Me sonaba, pero con su antifaz blanco no conseguí descifrar quién era.

—Gracias a todos por venir al baile, esperamos que lo disfrutéis. A continuación vamos a inaugurar la fiesta con un baile que es muy especial para nosotros —habló la mujer.

Al segundo después, comenzó a sonar la música y la gente empezó a bailar. Observé como la señora y el chico discutían.

—¿Quieres bailar conmigo? —un hombre que debía tener al menos diez años más que yo me tendió la mano. Clavé mi mirada azul en él y después sonreí con ironía, y giré mi cuerpo dispuesta a marcharme a otra parte. No había venido aquí a que intentasen ligar conmigo, pero él me agarró del brazo, y yo me giré con frialdad—. No veo una respuesta, y eso es de mala educación —lo miré con desdén.

—Yo no bailo, no preguntes —contesté con asco y apreté mi mandíbula. Por cómo me miraba me daban ganas de partirle la cara, y si no tuviera que pasar desapercibida lo haría encantada.

—Venga preciosa, un baile.

—Lo siento si parezco desinteresada, no estoy escuchándote o me muestro indiferente. No tengo nada que hacer aquí contigo. Así que date la vuelta y vete —sonreí con falsedad y señalé el baile con mi mano—. Disfruta la fiesta.

Solté con brutalidad el agarre y me fui hacia otro sitio. La gente bailaba en todos lados, así que sería difícil subir a la planta de arriba, que suponía que era donde estaban los papeles y archivos que necesitaba para relacionar a Katerina con estos ricachones.

Me apoyé en una columna de oro situada al lado de las escaleras, dispuesta a ir sigilosa hasta ellas y después subirlas, pero la música se apagó poco a poco y algunas miradas se centraron en mí.

Joder, iba a ser más difícil de lo que pensaba.

Alguien me agarró con brutalidad y me giró, haciendo que quedase prácticamente pegada a su pecho, con las muñecas agarradas por sus fuertes manos, inmovilizándome.

Era el chico que había junto a los Walker, y al verme reflejada en sus ojos lo reconocí. Era el chico de ayer.

¿Cómo coño iba a ser él uno de los Walker?

—Vas a bailar conmigo —dijo observándome a los ojos, sin soltar el agarre. Sentía su respiración cerca de mí y eso me estaba poniendo muy nerviosa.

—Y una mierda —dije dispuesta a darle un rodillazo en la parte íntima, pero él lo impidió.

—No me queda nadie con quien bailar, todas tienen pareja —dijo entre dientes—. Y tengo que bailar sí o sí.

—Y eso a mí, ¿en qué me afecta? —siseé, mierda, tenía demasiada fuerza como para soltar mis muñecas sin llamar la atención—. Como ya te he dicho antes, me importa una mierda y más si eres uno de ellos.

Venenosa Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora