45- Edrick

696 47 25
                                    

La ira iba consumiendo cada átomo de mi cuerpo, cada órgano, cada gota de sangre... Todo estaba siendo consumido por el veneno que la rabia me había otorgado al saber que la culpable de todo había sido Louise, aquella zorra manipuladora que se hacía llamar mi madre.

El ambiente que se había creado en el coche era realmente incómodo y amenazador. No me dirigía la palabra y yo no me atrevía a desatar la rabia que era más que obvio que estaba intentando guardarse mirando por la ventana.

Paul había muerto, y eso no me causaba ningún pesar, pero si debía elegir, hubiese preferido que la muerte se llevase a Louise. Paul era un horror de padre y de persona, lo demostró conmigo y con mi hermana, pero estaba siendo controlado por Louise, ella solo escondía las garras con quien debía para engañar vilmente a todo el mundo.

Aparqué el coche y la pelirroja salió sin decir ni una palabra, dando un portazo.

La seguí a paso rápido respirando pesadamente por la ira. La lluvia golpeaba mi cuerpo con demasiada ímpetu, y a estas alturas ya estábamos de nuevo completamente mojados.

—Agnes —la llamé, sabía que a pesar de esa coraza fría que mostraba, estaba destrozada.

—Déjame, Edrick, no quiero hablar contigo —la alcancé y agarré su muñeca, obligándola a mirarme. Las gotas de agua le caían por la cara con fluidez.

—Escúchame, sé que estás mal pero quiero que sepas que estoy aq... —pareció ser que desaté su ira, pues me interrumpió y me observó con unos ojos que no reconocía.

—¡No quiero escucharte, Edrick! ¡Joder! —se estiró del pelo—. ¡Te lo dije, te dije que no podíamos estar juntos!

—¡Esto no es nuestra puta culpa! —grité yo también, me desesperaba que siempre pensase que era su jodida culpa que el mundo se desestabilizase. Me jodía que pensase que no podía permitirse ser feliz porque si no su mundo se derrumbaría.

—¡Sí! ¡Sí lo es! Porque cada puta vez que tú y yo estamos juntos, el mundo se nos jode, ¡y estoy harta de eso! —me encaró e intenté verme en sus ojos como tantas veces, pero no, solo veía rabia en ellos—. ¡Si no hubiese estado jugando a tener la vida perfecta contigo, hubiese podido salvarla!

—¡No puedes controlar el puto universo, joder Agnes! —mi paciencia estaba acabando. La quería más que a nada, y eso le estaba permitiendo romperme.

Y a pesar de todo sabía que elegiría quererla incluso hasta que doliese hacerlo.

—¡Sí puedo, porque todo este tiempo lo he hecho! ¿Sabes por qué? Porque nunca dejé entrar a nadie —escupió con veneno cada palabra que soltaba, y estas se clavaban en mi pecho derribándome poco a poco.

—¿Y qué quieres que te diga? ¡La vida es una jodida mierda, y el hecho de que me apartes de tu vida no va a hacer que mejore! —apreté la mandíbula, enfureciéndome cada vez más al ver su mirada de odio hacia mí—. ¡Hemos nacido entre mierda, y entre mierda moriremos! El hecho de que nos amemos no cambiará eso, solo, aportará un gramo de felicidad.

—Mi mente fría siempre me ha regalado una coraza blindada —apretó la mandíbula.

—¿Y qué coño quieres decirme con eso? —pregunté quedándome sin voz. La lluvia nos empapaba, pero una lluvia interior amenazaba con brotar y arramblar con todo lo que ya daba por sentado.

—Que esa coraza sigue y seguirá, porque ni tú ni nadie será capaz de derribarla —me dio la espalda, dejándome con cuatro dagas clavadas en el corazón. Una por cada te quiero falso que me había dicho.

¿Entonces, cuando me juró que me quería, mentía? Definitivamente sí. Había sido engañado y utilizado de nuevo por ella.

Suspiré sabiendo por primera vez lo que significaba un corazón roto, y lo mucho que dolía.

Venenosa Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora