33- Agnes

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Esto parecía una misión imposible, llevaba lo que semejaban ser horas vagando por las habitaciones, esquivando personas y muriendo de dolor.

Sentía que todos los órganos se me iban a salir por la boca, me dolía la cabeza, el pecho y el abdomen.

Las piernas me fallaban y no sabía cómo no me habían pillado aún.

Avancé un poco más, con el corazón desbocado pues notaba que mis sentidos no estaban al cien por ciento. No estaba lo suficientemente atenta y sentía que de un momento a otro iba a desfallecer.

—Alto ahí, Agnes —dijeron a mi espalda.

Me giré con agitación y me encontré a cuatro personas apuntándome con las armas.

Intenté moverme y atacar, pero todo mi cuerpo pedía a gritos que parara, y como no lo hacía, actuó por sí solo y me dejó de rodillas en el suelo frente a ellos.

Eché la cabeza hacia atrás en busca de una divinidad que me salvara.

Me rodearon entre risas y regodeos.

—¿Pensabas que eras tan astuta y sigilosa como para andar media hora por aquí sin que nos diésemos cuenta? —se regodearon de mí. Me enfurecí, pero mi cuerpo no daba para más.

—Es lamentable que tengáis que ser cuatro y en plenas condiciones para venir a por mí, sola y herida —sonreí de medio lado. Ni medio muerta me desharía de mi arrogancia.

—Este va a ser tu final, ¿lo sabes, verdad? —me miraron imitando un puchero y riendo.

—Espero con ansias mi retorno al infierno —sonreí con superioridad.

—Esto te lo has buscado tú, estabas aquí por Ada, pero la muerte ha sido algo que has ido persiguiendo con tu arrogancia y matando a dos de los nuestros —me encogí de hombros.

—Que puedo decir, soy demasiada mujer para un mundo como este.

—Tendrás el mismo camino que Ada —la chica que intervino miró a los otros riendo. Lástima, buscando la aprobación de los demás con comentarios patéticos—. Aunque, ella suplicaba por vuestras vidas, sollozaba y sollozaba para que os soltáramos.

Saqué fuerzas de algún lado, irradiando ira. No iba a permitir que se burlasen de ella en mi puta cara, así fuese lo último que hiciese.

—Vuelve a reírte de Ada y te parto el cuello, hija de puta —avancé hacia ella y me apuntaron con las armas.

—Uh, es tan peleona como decían —aportó uno descojonándose.

—Lo soy más, gilipollas —le cambió la cara y avanzó hacia mí. Me tomó la barbilla con fuerza mirándome de manera amenazadora. Yo le devolví la mirada con falsa simpatía.

—Déjala, Gilbert —comentó otro, acercándose a nosotros—. Si nos dices dónde está Tathia tendremos clemencia.

—¿Tahia ha escapado? —sonreí con verdadero orgullo. Era la puta ama y me alegraba de que hubiese escapado.

Algo me decía que si no nos había ayudado había sido porque no habría podido y que vendría a por nosotras. Lástima que ya fuese demasiado tarde para mí.

Al menos albergaba algo de esperanza, si es que yo podía sentir algo así, de que Ada todavía tenía la opción de salvarse y vivir la vida que se merecía junto a la rubia. Aún no sabía cómo no me había dado cuenta de que eran la una para la otra.

—No te hagas la tonta, seguro que sabes algo. O tal vez... —me tomó de la barbilla como minutos antes había hecho el otro chico—. ¿O tal vez te abandonó y prefirió salvarse el culo sin que tú lo supieras? Vaya... Nos informaron mal, dijeron que erais una banda que daba todo por la otra, pero parece ser que cuando de una misma se trata las demás os dais igual —ignoré sus palabras, no tenía ni idea de lo que estaba hablando. Estaba buscando cabrearme, usando a Tathia como detonante. Pero no funcionaba, porque me alegraba como nunca me había alegrado de nada de que ella al menos se liberase de esta tortura constante, y no dudaba ni por un segundo de la lealtad que nos teníamos.

Venenosa Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora