21- Agnes

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Pasaron unas semanas desde que Kol y Edrick comenzaron a residir en esta casa con nosotras, apartada de nuestra vida.

Los Walker estaban buscándonos por todos lados, pero nadie sabía de este lugar y de los pocos que habían llegado hasta aquí, ninguno nos había visto. Solamente veían a un chico alemán que vivía solo con sus dos caballos.

A mí me gustaría solucionar el problema de otra forma; matando a cada persona que llegase aquí buscándonos, pero solo Tathia estuvo de acuerdo conmigo y, aunque no me gustase acatar órdenes, ahora éramos una especie de grupo unido y si hacía lo que me interesaba por mi lado, y ellos igual, acabaríamos todos en la cárcel o muertos.

Edrick ya no tenía acceso a las cuentas bancarias de su familia, por lo que yo debía seguir con las carreras, Less, Edrick y Kol con apuestas por mí en ellas, Kol, Less y yo con las apuestas por Edrick en el ring y Ada y Tathia en La Calavera.

Eso suponía un riesgo, ya que aunque la policía no nos estuviese vigilando, los secuaces de la familia de Edrick nos esperaban cada noche para intentar atacarnos, pero nosotros éramos más rápidos y más ágiles, más fuertes y más listos.

Si antes se hablaba de nosotras, ahora nuestros nombres estaban mencionados por todos lados siendo temidos y admirados a partes iguales.

Edrick había tomado una distancia repentina hacia mí, cosa que pensaba que me traería paz. Pero no, me estaba volviendo loca y el no tenerlo fastidiándome, me hacía pensarlo más de lo que me gustaría admitir.

Por otra parte, Kol también se había alejado de mí, no tan drásticamente como su primo, pero ya no coqueteaba conmigo ni me comía con los ojos.

Deja de pensar en eso, Agnes, pensé.

Escuché unos golpes insistentes en la puerta de mi dormitorio. Me levanté a abrir y Ada entró furiosa echándose a la cama.

—¿Qué pasa? —cerré la puerta y la seguí hasta la cama. Sus ojos advertían que de un momento a otro podía explotar y las venas de su cuello se marcaban tanto que parecían querer salirse de su cuerpo.

Tiró unas cuantas cartas sobre el colchón y yo las cogí confundida. Abrí una de ellas sin tener ni puta idea de qué le pasaba.

Ada Petrova, sueño todas las noches contigo, con volver a tocar tu piel, con acariciar tu sedoso pelo y con enterrar una bala con mi nombre grabado en el corazón.

Att: C

La miré con los ojos bien abiertos.

—¿Qué es esto, Ada? —tiré la carta a la cama enarcando una ceja. ¿Un admirador secreto psicópata?

—Una broma, pensé. Pero sigue leyendo.

Cogí otras dos cartas más y eran del mismo estilo que la primera; no te saco de mi cabeza, volveré a tener tu cuerpo, pero esta vez sin vida...

Todas venían de "C".

—No lo entiendo, Ada... ¿Qué mier...?

Me tendió la última carta interrumpiéndome. Era de hoy.

Comencé a leer las primeras palabras y esta era bastante diferente a la anterior.

Mi paciencia se está acabando, querida Ada. No veo respuesta a las cartas que te escribo desde lo más profundo de mi corazón y empiezo a impacientarme. Te espero en las antiguas vías del tren a las siete y media. Muy romántico con el atardecer de nuestra parte.

Att: Carina.

Tiré la carta al suelo y me levanté de la cama, torciendo ligeramente la cabeza observando a Ada, la cual apartó la cara cuando sus ojos se cristalizaron.

Venenosa Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora