26- Edrick

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Después de haberle pegado un tiro a ese hijo de la gran puta salí del dormitorio echando humo, encontrándome con Thatia y Kol que aparecieron sobresaltados por el ruido del disparo.

Todavía no me creía que, después de haber peleado tanto con Agnes por sus homicidios fuese yo y matase a otro.

Pero no me arrepentía nunca de nada y esta vez no iba a ser una excepción.

Solo de pensar que si de casualidad no llegaba a estar despierto ese gilipollas la hubiese violado me ponía enfermo.

Me ardía el cuerpo y mi sangre hervía advirtiéndome de que debía relajarme o estallaría en cualquier momento.

Era asqueroso aprovecharse del cuerpo de cualquier mujer, y más habiéndola drogado, porque era obvio que Agnes no estaba en sus plenas condiciones, si no, ella misma lo habría destripado.

Por no hablar del lamentable aspecto que tenía: ojos repletos de miedo, algo que nunca creí ver de esa forma en ella, pelo revuelto y el cuerpo casi inmóvil.

Me congelé y sentí miedo de que algo le pasara, e ignoré el hecho de que eso significaba cosas que no quería admitir.

—¿Qué haces con eso en la mano? —espetó Kol alertado y tenso. Tathia se acercó también frotándose los ojos.

—He matado a un gilipollas —dejé caer la pistola al suelo, cosa que sobresaltó a Tathia.

Caminé hacia las escaleras sin parpadear, porque cada vez que lo hacía repetía la imagen, pero me agarraron del brazo con fuerza y me giraron, frenándome.

—¿Qué has hecho qué? —me miró sorprendido—. Creí que estabas en contra de eso, por la cárcel y bueno... La muerte de... —giré la cabeza, sabía que se atrevería a nombrar a mi difunta hermana, pero la insinuación me alertó de igual forma.

Respiré profundamente para evitar la ira.

El mundo entero ardería si algo malo le pasaba, yo me aseguraría de ello.

—¡Ha sido por ella, joder! —confesé. Ahora mismo me sentía desorbitado. Fuera de mis cabales.

—¿Qué le ha pasado a Agnes? —espetó Tathia prestando ya más atención.

—¿Ella está bien? —Kol se tensó más todavía, su rostro serio mostraba de igual forma preocupación.

—Está bien gracias a mí —siseé, y me volví a dar la vuelta para bajar al salón, pero me detuve y giré hacia ellos—. Está drogada, a punto de perder el conocimiento porque, ese cabrón al que he matado sin dudarlo, quería violarla.

Tragaron saliva y ambos enfurecieron, sobre todo Tathia.

Escuchamos un ruido proveniente de su dormitorio y vimos a Ada, con la mano enterrada en el pelo del cadáver, arrastrándolo por el pasillo llena de ira.

—Otro cuerpo más del que deshacerse —lo tiró de mala gana al suelo. Su mirada gris ardía.

—¿Cómo está? —preguntó preocupado Kol, dándome la espalda.

—Drogada, sin entender nada y temblando. Si hubiese podido, lo hubiese matado yo con mis propias manos —la rusa se pasó las manos por el pelo frustrada y entristecida.

Tathia golpeó repetidas veces la pared hecha un manojo de emociones negativas. Como todos, asqueados por los violadores.

—¡Esto harta de esta vida de mierda, joder!

Ada la agarró por la cintura separándola de la pared y elevando ligeramente su cuerpo para que no volviera a destrozarse los nudillos presa de la rabia.

Venenosa Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora