28- Agnes

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Después de un largo camino, llegamos a una hoguera en mitad de un descampado, lleno de gente bailando al ritmo de una música que no sabía cómo no les reventaba los tímpanos, y de barriles de cerveza.

Caminé con Ada a mi izquierda y Tathia a mi derecha, con los chicos detrás. Sabía perfectamente que Edrick iba detrás de mí, porque podía sentir a kilómetros su impetuosa presencia.

No tardamos en mezclarnos con la gente y perdernos de vista los unos a los otros.

Repasé el lugar con la mirada, hacía frío, pero el calor humano bastaba para caldear el ambiente.

No veía a Katerina por ningún lado, cosa que me enfadó, pero la noche era joven y tendría tiempo suficiente para rajarle el cuello.

¿Me había convertido acaso en una asesina psicópata compulsiva? Yo diría que sí.

No soportaba a esa zorra que para intentar acabar conmigo había tenido que aliarse con unos millonarios y ser su marioneta. Por no hablar de que, las veces que habían atentado contra mi vida eran las suficientes como para no dejarlas pasar.

Y no pararía hasta tener mis manos manchadas de su sangre.

Todo el mundo estaba bebiendo o cerveza o copas de ginebra con refrescos. A mí me aterraba la idea de volver a tomar cualquier cosa que nublase mis sentidos y pudiese dejar que me manipulasen. Mi objetivo principal era ir a por Katerina, y para ello debía estar completamente alerta.

Me acerqué a las bebidas y me serví una simple Coca-Cola.

Caminé por todos lados buscando una cabellera larga y rubia que mejorase un poco mi humor de estos días, pero Katerina seguía sin aparecer.

Sentí una mirada sobre mí, y entre tanta gente supe diferenciarla. Di una vuelta sobre mí misma y finalmente lo encontré, apoyado en un tronco a un par de metros, con un vaso rojo lleno de, probablemente, cerveza y sin quitarme el ojo de encima.

Me sentí cohibida bajo su mirada, pero decidí ignorarlo y disfrutar un poco de la fiesta.

Me colé entre la gente ligeramente, pero en un lugar en el que sabía que él me veía.

Comencé a mover mis caderas de arriba abajo y agitar mi pelo con sensualidad. Le di la espalda y me balanceé al ritmo de la música mientras elevaba la cabeza junto a los brazos.

La canción terminó y me di la vuelta, para a continuación verlo en el mismo lugar mirándome con muchísima atención.

No quería, pero mi cuerpo me obligó a tontear con él. Le dediqué una mirada coqueta y pasé mi dedo pulgar por el labio inferior, dejándolo más vistoso.

Tenía el pelo tapándome ligeramente la cara, así que sacudí con lentitud la cabeza para apartarlo, después pasé la mano con cierta fuerza por mi cuello y me humecté los labios. Eso bastó para terminar de provocarlo y conseguir que dejase de mirarme de esa forma para venir hacia mí.

Cuando lo vi caminar entre la gente me di media vuelta e intenté perderlo de vista. Me acababa de cerciorar de que me encantaba provocarlo tanto como hacerle odiarme.

Era satisfactorio darme cuenta del poder que tenía sobre él.

Me perdí entre la multitud que bailaba pegada sin ningún tipo de vergüenza.

Noté la presión de unas grandes manos sosteniendo mis hombros y girándome bruscamente. En cuanto me dio la vuelta me choqué con sus ojos color esmeralda. Me agarró de las muñecas y me pegó a su pecho como ya lo había hecho otra vez.

Aquel baile en su antigua mansión que me puso el vello de punta. Últimamente todo me recordaba a él.

—¿A qué juegas, Chernobyl? —se mordió el labio ligeramente comiéndome con los ojos.

Venenosa Tentación©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora