35. ¿Qué tengo que soy tan idiota?

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35. ¿Qué tengo que soy tan idiota?

Mordí mis uñas antes de tomar el teléfono. Odiaba estar tan estresada como para hacer eso. Me gustaba tener mis uñas sanas y sin pintar, tan rosaditas como las de V. Bueno, ya, me fui del tema.

Cortar con alguien por teléfono es cruel, ¿no?

¡Uff! No niego que me haya gustado, porque estaba bueno y todo eso, pero ¿por qué mierda tuvo que pasar eso antes de lo de Sebas? Sí, la culpa es de él. Tenía que haberme besado antes y ahí sí se me hubieran aclarado los pensamientos y no hubiese pensado en ningún otro tipo con un trasero perfecto.

Marqué su número antes de que volviera a arrepentirme. El aire frío de otoño empezaba a hacerse presente con fuerza. Algunas hojas del árbol de cerezo que estaba en frente de la escuela caían a montones, haciendo un verdadero espectáculo de colores grises, marrones y rosados.

Respondió al tercer timbre.

-¿Laura?__al menos su voz ya no me hacía derretirme.

-¿Um? Digo, sí, soy yo, ¿ya habías borrado mi número?

Sí soy idiota...

-No, es que como nunca respondes mis mensajes ni me devuelves las llamadas, me extraña que me llames hasta ahora...__dijo, sonaba estresado, quizás por mi culpa. Aunque, seamos realistas, ¿qué tanta influencia puede tener una tonta adolescente en la vida de un adulto, y más de uno tan buenorro como él?

-¿Quieres...que nos veamos?__pregunté, no muy segura. Sería el doble de difícil decirle en persona, pero al menos tengo que tener el mínimo de decencia.

-¿Ahora? Estoy por salir del trabajo, ¿dónde estás?__algunas voces se oían tras él, y de vez en cuando sonaba distraído, seguro está rodeado de gente en ese hospital.

-En la escuela, afuera, ya terminé las clases...

-Umm, ¿quieres que pase por ti? No tardo.

-Sí, está bien, acá te espero.

-Bueno, máximo en quince minutos estoy ahí, no te vayas a desaparecer de nuevo, ¿eh?

Reí.

-No, tranquilo, a menos que empiece a llover ya mismo, no me moveré de aquí.

-Bueno, nos vemos cariño.

Y colgó.

Y empecé a ponerme nerviosa.

Un rato después, para ser exactos, unos ocho minutos y cuarenta y tres segundos después (os juro que no estaba viendo el reloj), un Toyota azul oscuro estacionó frente a mí. Ricardo bajó el cristal del asiento de copiloto, sonriendo. Llevaba una camiseta oscura y un chaleco de cuero. Por supuesto, traía pantalones, solo que aún no los llegaba a ver. Tampoco el que anda en boxers wey...

Iba como todo un bad boy, muy guapo sí, pero ya no me movía el piso.

-Cariño, no tengo permitido estacionar aquí, así que sube rápido__dijo, sonriendo.

Miré hacia atrás, la entrada al colegio estaba vacía, solitaria, ya todos habían salido, menos los que dan deportes por la tarde, como Sebastián. Siempre se quedaba hasta que casi era de noche, pero no me quejo, tiene muuuy buenas piernas.

Antes de volver a quedarme embobada pensando cosas extrañas, abrí la puerta del auto y entré.

Suspiré y me saqué la mochila, igual no tenía muchos libros, y la puse en el asiento de atrás. Su perfume inundó mis fosas nasales, su cuerpo invadió mi espacio. Estaba frente a mí.

Tragué grueso. ¡Por Dios! Que no me bese, que no me bese...

Estiró su brazo y pasó el cinturón por delante de mí, a lo muy cliché. Aguanté la respiración.

-Sin esto no podemos irnos...__dijo, dedicándome una linda sonrisa. No, ni tan linda. Sebastián es más hermoso.

Acarició mi mentón y abrí grande los ojos, pero luego se enderezó y volvió a tomar el volante.

-Vamos, ¿qué quieres comer?__preguntó y me tomé un momento para respirar con tranquilidad y pensarlo un poco__-¿por qué estás tan callada?

Sí, tengo que hablar. Tampoco seré tan cruel como para hacerlo pagar una comida para llenarme el estómago y después mandarlo a volar. No, no tengo ese derecho.

-Quiero terminar...contigo...__solté, cerrando los ojos y encogiéndome en mi lugar.

Casi le pego la frente a la guantera si no es porque uno de sus fuertes brazos se puso enfrente para que no me golpeara, a la altura de mi pecho. Wey mis chichis, ¡eso duele!

Frenó de golpe.

Volví a cerrar los ojos, sintiendo un nudo en mi garganta.

¿Por qué me cuesta tanto?

Quizás me imagino en su lugar y me siento como lo peor del mundo. Pero no estoy en su lugar, me gusta Sebastián, lo quiero, y no tengo la culpa de eso.

Él también me gustó, pero estaba deslumbrada por su físico y actitud seductora, además, ya saben como somos las adolescentes pendejas, las hormonas gobiernan nuestro cuerpo.

-Lo siento...__susurré, sintiendo un peso enorme en mi corazón.

¡Por Dios! Si no están seguras totalmente de estar enamoradas de alguien, no acepten empezar una relación. Solo hará que se compliquen las cosas cual telenovela de televisa, como mi vida.

-¿Qué? Laura, ¿estás bromeando?__preguntó, atónito, girando hacia mí.

-No es una broma...

-¡Ahora lo entiendo! ¿Por eso era que no me respondías los mensajes?__dijo, apretando los puños contra el volante. Asombrosamente, parecía mantener el control, él como siempre...

-Discúlpame, de verdad...

Me interrumpió, gritando.

-¡¡Deja de pedir disculpas!!

Me sobresalté en mi lugar, y volví a sentir mi respiración agitarse.

-Es por Sebastián, ¿verdad?__interrogó, con el ceño fruncido y tono molesto.

Tomé mi mochila en el asiento de atrás e intenté abrir la puerta. Palabra clave: intenté.

Él le pasó seguro desde su asiento.

Empezaba a asfixiarme. Estar en esta situación me asfixia, hace que me falte el aire, y lo que menos quiero en estos momentos es tener un ataque de ansiedad.

-Déjame salir...

-Primero respóndeme, Laura, ¿es por Sebastián?

-Sí.

-¿Nuestra infancia no significó nada para ti? ¡Fuiste mi única amiga! ¡La única que me quiso cuando no tenía nada!

Fruncí el ceño. No recordaba a Ricardo siendo un niño aislado del mundo. Era simpático, gracioso y lindo. Me trataba bien y no se quejaba cuando le insistía en jugar a las muñecas.

-¡Ya dije que lo siento! ¿Qué más quieres?__solté.

-¿Por qué, Laura? Yo te quiero de verdad, mírame, te quiero de verdad.

Las lágrimas no se aguantaron más y corrieron por mi rostro. ¿Cuándo iba a pensar que significaría tanto para este hombre?

-No puedo respirar...por favor, abre la puerta__susurré. Él se echó hacia atrás, botando un suspiro pesado. Sentí un sonido.

Trac.

El seguro ya no estaba puesto.

Volví a agarrar mi mochila y me bajé del auto. Al cerrar la puerta, Ricardo seguía viendo hacia el frente, con la mirada perdida y los puños apretados.

Sin detenerme más tiempo, eché a correr.

BFF [Best Friends Forever]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora