Para sorpresa de los dos contendientes próximos a iniciar el Juego de las Sombras, Akemi también se puso de pie. Hubiera resultado incongruente, de no ser porque no se trataba precisamente de ella. Ambos hombres pudieron notar los cambios físicos presentes en la joven, así como la longitud de sus cabellos, que se habían soltado y casi tocaban el suelo. Eran los mismos rasgos que poseía Amunet en su forma espiritual.
—¡Akemi! ¡Akemi! ¡¿Dónde estás?! —clamó Amunet con sus ojos desorbitados reflejando consternación al ya no sentir la presencia de su anfitriona en ese cuerpo. Se llevó una mano al pecho con gesto de dolor, pero de inmediato alzó la cabeza y le lanzó una mirada poblada de quemante furia al chico de cabello blanco—. ¡Bastardo! ¡¿Qué le has hecho?! ¡¿Adónde te vas llevado a Akemi?!
—Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? Esto es inesperado —comentó el espíritu maligno con una risita burlona.
—Espera... Eso significa... ¿que no eres Akemi? —cuestionó el espíritu del Rompecabezas un poco confuso—. ¿Quién eres?
—Eso debería preguntarlo yo —contraatacó Amunet, cruzándose de brazos y observándolo con seriedad—. He notado que posees el cuerpo de Yūgi sin su conocimiento.
—Solo quiero ayudarlo —replicó el espíritu, quien mantuvo una mirada intensa sobre ella.
Desde que ella había aparecido, experimentaba una sensación que no recordaba haber tenido durante sus 5000 años de existencia: su alma se agitaba cual tempestad, toda su sangre hervía en aquel cuerpo prestado y cabalgaba descontroladamente hasta acumularse bajo la piel de sus mejillas.
—Eso pensaba —dijo Amunet, esta vez con una sonrisa dulce moldeando sus rosáceos labios—. Mi nombre es Amunet.
—Eres tan bella —musitó el ente del Rompecabezas del Milenio, acercando una mano al rostro de la chica, que se apartó un poco con las mejillas ardientes—. No, por favor, no te alejes. No voy a hacerte daño.
—Lo sé —susurró Amunet, sintiendo una gran calidez envolviendo su ser al verse reflejada en los ojos decididos de él; su corazón prestado amenazaba con escaparse de su pecho agitado.
—Oh, conque eres tú, Amunet —intervino de pronto el espíritu maligno de la Sortija del Milenio—. Debí suponerlo.
—¿Nos conocemos? —indagó la sacerdotisa egipcia, frunciendo el ceño.
—Ya veo, seguramente hay mucho que no recuerdas. Es una pena —soltó el villano, provocando que ella lo observara con mayor seriedad; la mirada de él se tornó llena de promesas pecaminosas al fijarse sobre la chica—. Ahora no solo el Rompecabezas del Milenio, sino que también tú y tu Diadema del Milenio me pertenecerán.
—¡Jamás le pondrás ni un dedo encima! ¡Y deja de mirarla así! —advirtió el otro espíritu, echándole una mirada cargada de furia—. Antes de empezar, quiero preguntarte algo. ¿Por qué estás haciendo esto, Bakura? ¿Y por qué nos enviaste al Reino de las Sombras?
—¿Bakura? Bakura no está aquí.
—Si no eres Bakura, ¿quién eres?
—Soy un ladrón que roba almas y he hecho cosas terribles en mi búsqueda de los Artículos del Milenio. Recordarás la leyenda, ¿no? Aquel que posea los siete artículos, controlará un poder inimaginable. Y cuando acabe contigo, tu Rompecabezas del Milenio, Amunet y su artículo serán míos.
—Eso no sucederá, quien quiera que seas.
—Entonces, ¡que empiece el juego! Tú juegas primero.
—De acuerdo. Y mi primera carta es... ¡El Ciber Comandante, la preferida de Tristán!
Al jugar la carta de monstruo en defensa, Tristán vestido como su criatura favorita surgió del naipe, sorprendiendo tanto al espíritu como a Amunet.
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Memorias prohibidas [Yu-Gi-Oh! - Fanfic]
FanfictionDos mujeres de distintas épocas quieren reencontrar a los seres queridos de los que fueron separadas en diferentes circunstancias. Un joven debe rescatar el alma de su abuelo al tiempo que salvaguarda al mundo de los Juegos Oscuros, con la ayuda de...