XVI. Se termina Ciudad Batallas

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Todos se alegraron de volver a la realidad, pero una persona no tuvo un buen recibimiento.

Cuando Kytzia entró en su habitación para descansar un rato luego de pasar por tanta agitación, se vio apresada por unas manos que la empujaron a la cama sin consideración alguna. Antes de que pudiera defenderse o reaccionar, los ojos morados llenos de locura y sadismo se clavaron en ella; esa siniestra sonrisa provocó que escalofrío le recorriera la espina dorsal.

—¡Suéltame! ¡Déjame ir! —reclamó la morena, forcejeando cuanto podía.

—¿Qué pasa, querida? —indagó Marik con sorna—. ¿Ya no me quieres?

—¡Cállate! ¡Tú no eres Marik! ¡Devuélveme a mi Marik y ve a buscarte una vida, ser repugnante!

—No te hagas la mojigata ahora, Kytzia. Conozco muy bien las fantasías depravadas que venían a tu cabeza cuando el pequeño Marik dormía entre tus brazos.

El ente surgido del odio recibió el impacto de un salivazo sobre la mejilla mientras ella lo miraba con notoria inquina.

—¡Jamás pensé en Marik de ese modo mientras fue un niño!

En lugar de enfurecerse por haber sido escupido, el Marik malévolo se limpió el rostro con el dorso de la mano esbozando una amplia sonrisa de perversa diversión, que no auguraba nada bueno para la mujer a la que había acorralado.

—¿Ah, no? ¿Y por qué cediste tan fácilmente cuando él te pidió que tuviesen sexo? —Kytzia continuó intentando liberarse de él, gimoteó de la frustración al no lograr moverlo ni un centímetro—. ¿Sabes? Marik reprimía parte de su deseo hacia ti, por eso nunca pudo domarte. Pero conmigo, las cosas serán diferentes —Teniendo la precaución de inmovilizarla con el peso de su cuerpo, agarró el Cetro Milenario que llevaba en su cinturón y desenroscó la parte inferior, revelando la cuchilla oculta; con este filo, comenzó a rasgar lentamente la parte delantera del vestido de la morena—. Pienso grabar mi nombre sobre tus pechos, Kytzia; para que nunca olvides quién es tu amo.

Sin previo aviso, Kytzia se vio libre del peso de su agresor cuando él fue arrojado contra una pared por una fuerza desconocida, que prensó su cuerpo sobre esta, imposibilitándole cualquier movimiento.

—¿Estás cómodo? —cuestionó Akemi de manera irónica, acercándose a él tras acabar de intercambiar lugares con Amunet.

Unas verdes pupilas se agrandaron por la sorpresa de ver que la puerta de la habitación había sido abierta sin que ninguno de sus ocupantes de percatase.

Entretanto, el Marik malvado, en vez de manifestar alguna clase de enojo o molestia, rompía a reír a carcajadas maniáticas.

—Eres como yo, Akemi, no lo puedes negar —ripostó el ser maligno con retorcida satisfacción—. Disfrutas ver sufrir a la gente.

—No, no a la gente en general; pero confieso que a ti me encantaría verte con tus tripas enredadas alrededor del cuello. No por nada, solo creo que te quedaría bien —espetó la joven con una sorprendente naturalidad—. Quédate ahí un rato.

La diseñadora agarró a Kytzia del brazo y la hizo ponerse de pie, prácticamente arrastrándola fuera de la habitación.

—Gracias por salvarme —murmuró la morena egipcia en cuanto llegaron a la estancia de Akemi.

—Agradécele a Amunet. Ella usó sus poderes contra ese bicho raro; te debía una por salvarla del relámpago de oscuridad en ese duelo —replicó la chica—. Además, yo también te debo una por haber ayudado a mi hermano y a mis amigos. Si te quedas aquí, estarás a salvo de ese desquiciado.

Memorias prohibidas [Yu-Gi-Oh! - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora