XIII. Despertares siniestros

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Fue un gran alivio para todos ver que Akemi comenzó a abrir los ojos en cuanto llegaron a su habitación. Seto y Mokuba habían ido a por la atención médica que se precisaba.

—¿Qué pasó? —preguntó desorientada la joven, incorporándose poco a poco.

—¡Volviste, amiga! —exclamó Joey con la misma alegría que manifestaban todos sus amigos.

—Akemi, ¿cómo está Amunet? —se interesó el faraón con acento desesperado.

—¿Amunet...? ¡Es cierto! —se sobresaltó Akemi, olvidando la debilidad que había experimentado—. ¡Faraón, no puedo sentir la presencia de Amunet!

—Oh, no —murmuró el antiguo rey con angustia—. Algo terrible debe haberle sucedido.

—No te preocupes. Amunet es fuerte y sabia, estará bien —replicó Akemi con una sonrisa relajada—. Por cierto, ¿cómo está Kytzia?

—No sabemos. Desapareció mientras estábamos ocupados contigo —contestó Joey.

—Me preocupa. Ella recibió la mayor parte del impacto cuando trató de ayudar a Amunet —reveló la joven diseñadora, causando que todos jadearan de la sorpresa.

—Oigan, ¿alguien más notó la extraña actitud de Namu? —aportó Duke.

—¿A qué te refieres, Duke? —interrogó Tristán.

—Mientras nosotros estábamos ayudando a Akemi, él se lanzó hacia Kytzia con mucha desesperación, como si fuera alguien muy querido para él —reveló el chico de los dados, causando asombro en todos—. Trató de despertarla y luego se la llevó.

—¿Por qué no mencionaste eso antes? —reprochó Tristán.

—Porque no había tenido oportunidad —se defendió el joven de cabellos negros.

—Nunca confié en ese chico —intervino Akemi, levantándose de su lecho—. Y ahora nos debe algunas respuestas. Vamos.

—Sí, tienes razón —apoyó el faraón.

Empero, una nueva punzada de dolor arrojó a la chica al suelo. Cuando todos la rodearon para ayudarla a levantarse, otra oleada de oscuridad surgió de ella, lanzando a sus amigos contra las paredes y dejándolos inconscientes debido al impacto de la oscuridad; a excepción del faraón, quien fue protegido por el poder su Rompecabezas. Las luces se oscurecieron de golpe y un aura siniestra extendió sus negras alas por todo el sitio.

—¡Akemi! ¿Te encuentras bien? —cuestionó preocupado el faraón, acercándose a la chica caída e inclinándose frente a ella para ayudarla.

—Ni Akemi ni Amunet se encuentran aquí, faraón —Una voz distorsionada y desagradable surgió de los labios de la joven, quien mostró unos brillantes ojos completamente rojos cuando se irguió frente al rey egipcio. Sin esperar su reacción, lo tomó del cuello y lo levantó en peso mientras las ondas oscuras le rodeaban el cuerpo—. ¡Ahora tu espíritu será absorbido por las tinieblas!

—Por favor... Amun... ¡reacciona, mi amor! —musitó el faraón con gran esfuerzo, sintiéndose aplastado por la oscuridad que aprisionaba todo su ser.

Entretanto, Akemi se encontraba encerrada en un lugar cubierto de piedra caliza que reconoció como el interior de su mente, intentando despertar a la sacerdotisa, quien yacía inconsciente a su lado; unas lágrimas humedecían las líneas curvas de los ojos cerrados de la egipcia. En ese instante, una especie de portal se abrió ante Akemi, dejándola horrorizada al ver la imagen de su propia persona tratando de ahorcar al faraón, que luchaba trabajosamente por su vida. La figura de una criatura oscura, de brillantes ojos rojos y sin forma corpórea definida se reveló frente a ella.

Memorias prohibidas [Yu-Gi-Oh! - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora