II. Prueba de amistad

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—Akemi —llamó de repente el espíritu de la Diadema del Milenio cuando la chica se disponía a retirarse del lugar—. Siento una presencia poderosa muy similar a la mía en el collar que porta este joven. Creo que es un Artículo del Milenio.

—Esto es inesperado. ¿Qué deberíamos hacer, Amunet? —cuestionó Akemi en voz baja; pero su comunicación espiritual se vio interrumpida por la aparición de un chico rubio de ojos color chocolate.

—¡Ahí estás, Yūgi! —exclamó el joven, corriendo hacia el aludido; luego se percató de la presencia de ella—. ¡Uho! ¿Quién es esta hermosa chica, amigo?

—Mucho gusto, mi nombre es Akemi Matsumoto —se presentó ella.

—¡El gusto es todo mío! Yo soy Joseph Wheeler, pero puedes llamarme Joey —reciprocó el joven con gran entusiasmo.

—Chicos, me dieron un camarote bastante cómodo. Si gustan, pueden quedarse conmigo —ofreció Akemi con amabilidad—. Necesitaré algo de compañía para sobrevivir al aburrimiento de este viaje.

—¡No hay problema! Te garantizo que con nosotros no te aburrirás para nada. ¿Verdad, Yūgi? —afirmó Joey en un tono relajado, a lo que su pequeño amigo asintió.

Los tres continuaron charlando mientras caminaban hacia cubierta en busca de un poco de aire marino, encontrando que simpatizaban mutuamente.

—¿Así que estás en este torneo porque Pegasus se llevó el alma de tu abuelo? —trató de confirmar Akemi, impresionada por la última revelación de Yūgi—. ¡Wow! Tendré que cuidarme.

—Así es, Akemi. No sé para qué quieres ver a Pegasus, pero debes tener mucho cuidado —expresó el chico con semblante serio—. Sé que todo esto te parecerá una locura, pero...

—No te preocupes, no tienes ni idea de cuántas cosas locas me han sucedido últimamente —dijo Akemi con una sonrisa comprensiva; sin embargo, justo cuando iba a agregar algo más, la repentina aparición de un chico bajito de cabellos celestes y ojos de escarabajo cortó su intento.

El recién llegado pidió ver las raras cartas de Exodia que Yūgi tenía en su baraja. El ingenuo muchacho le permitió tenerlas, solo para que el bastardo cara de insecto las arrojase al mar sin consideración alguna. Joey no dudó ni un minuto en tirarse a las turbulentas aguas para tratar de recuperar las cartas.

—¡Espera, Joey, no vale la pena ahogarse por ellas! —gritó Yūgi apoyado en la barandilla del barco, más que preocupado por la seguridad de su amigo.

—Tranquilo, pequeño Yū, iré a por él —manifestó Akemi con firmeza, impresionada por semejante prueba de amistad.

Se despojó de sus zapatos y se zambulló en las aguas. La corriente era fuerte, pero nada contra lo que la fuerza física de Akemi no pudiera. Otra cosa le preocupaba.

—Amunet, ¿hay algo que puedas hacer para recuperar esas cartas?

—Podría rastrear su energía mística. Con una carta tan poderosa como Exodia, debería ser una tarea sencilla.

—Pero debemos darnos prisa. También hay que ayudar a Joey.

—No te preocupes, déjalo en mis manos.

Bajo la guía de Amunet, Akemi se sumergió en las profundidades y recobró dos de las cartas, que aseguró metiéndolas en su sujetador. Luego, al ver que Joey estaba en problemas, emergió y lo sujetó con fuerza. Una escalerilla aparecida de repente les permitió subir sin más percances. Se trataba de los amigos de ambos chicos duelistas, quienes se habían colado en el barco. Luego de hacer las debidas presentaciones, los dos rescatistas improvisados fueron a secarse, escoltados por los demás.

Memorias prohibidas [Yu-Gi-Oh! - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora