XIX. Conflictos

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Esa noche, una extraña aurora boreal apareció en el cielo oscuro. El inusitado fenómeno provocó que tanto Yūgi como Akemi abandonaran sus camas con sus cartas de dragones en las manos. Para cuando salieron de sus respectivas casas, observaron algo que les erizó cada vello de la piel: una grieta se había abierto en el cielo, tras la cual se veía un enorme ojo amarillo con una pupila leonina, hacia el cual eran atraídos una legión de monstruos que se habían adueñado de la estratósfera.

—Cuidado, Akemi —advirtió la sacerdotisa, sin apartar la mirada de la monstruosidad recién aparecida—. Detecto una fuerza maligna de una magnitud que jamás había sentido antes.

—Ese ojo está absorbiendo a los monstruos —notó Akemi, empuñando su carta de dragón—. ¡Tenemos que hacer algo!

—Usa esa carta que nos confió la Maga Oscura, Akemi.

—Eso estaba pensando —Alzó la carta hacia el cielo—. ¡Invoco al Corazón de Clitus!

El naipe resplandeció y un gran dragón de colores entre dorado y ambarino surgió de él, volando en dirección al ojo maligno. Akemi agrandó sus ojos por la sorpresa de ver a un segundo dragón, pero de tonos verdosos, dirigiéndose hacia el mismo punto.

—Ese debe ser el dragón que Yūgi y Yami liberaron.

—Mmh... Seguramente tienes razón.

—Así es, Amun —les confirmó una tercera voz que solo Amunet pudo escuchar, pues se trataba del faraón usando su nexo de comunicación con ella—. Esa es nuestra carta, el Ojo de Timaeus. Estoy seguro de que nuestros dos dragones juntos podrán vencer a esa maligna criatura, sea lo que sea.

—También lo creo, querido. Akemi, Yami acaba de confirmarme que se trata de su dragón y cree que ambos podrán vencer a esa amenaza.

—Eso espero, porque esto no me está gustando para nada.

Los dos dragones lanzaron sus poderosos ataques contra el amenazador ojo; mas solo consiguieron hacerlo huir. Por lo menos, Yūgi, Akemi y sus respectivos álter egos tuvieron la tranquilidad de ver que el cielo volvía a sus tonos normales y el enjambre de monstruos había desaparecido. Ya verían lo que les depararía el día siguiente.







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Todos los amigos de Yūgi se habían reunido en la casa de Akemi, aprovechando la ausencia de Seto Kaiba, quien habían ido a resolver vaya usted a saber qué asunto acompañado por Mokuba. Luego de mostrarles sus cartas de dragones y explicarles lo sucedido la noche anterior, tanto Yūgi como Akemi tenían cosas importantes que comunicarles a sus amigos.

—Ayer, antes de que pudiese volverme a acostar, recibí una llamada de Pegasus y me dijo que debía ir con Yūgi a la sede de Ilusiones Industriales para hablar sobre lo ocurrido anoche —comenzó la chica—. Acepté, porque él parece conocer a las personas que están detrás de todo esto. Espero que estés de acuerdo, Yū.

—Muy bien. Si Pegasus puede darnos respuestas, entonces iré a verlo —aceptó Yūgi.

—¡Y nosotros te acompañaremos! —exclamó Joey con determinación.

—Sí, como siempre —asintieron Tea y Tristán.

—Por cierto, yo también recibí una invitación esta mañana —agregó el chico de baja estatura, a lo que todos lo miraron con atención—. El profesor Hawkins me pidió que me enccontrara con él en el museo al mediodía. Parece que él también sabe algo sobre este asunto.

Memorias prohibidas [Yu-Gi-Oh! - Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora